Perdón.

¿Cómo sabemos que hemos hecho daño a las personas que más queremos? Esta es una pregunta que probablemente pensemos sea fácil de contestar, la realidad como siempre es muy diferente a la práctica; recientemente me tocó vivir una temporada muy difícil con mi familia y –lo peor de todo- una de esas rachas que amenazan con la fortaleza de la familia entera, una prueba que nos tocó a todos de maneras diferentes pero con una preocupación en común: el bienestar de uno de los miembros. Honestamente me resultó muy difícil el encontrar consuelo en mis actividades diarias ya que lo único que sentía era consternación, no sé si les ha pasado pero era de esas veces en que no podía ni pensar en lo que estaba haciendo, no dejaba de repetirme que solo era una prueba pero mi subconsciente fue –por un momento- más poderoso que mis esperanzas haciendo aún más difícil el lograr ese equilibrio entre la realidad y lo que se espera con anhelo.

Así que básicamente mis días transcurrían de esa terrible manera, duré mucho tiempo preocupada por lo que podía suceder o no y con mi alma pendiendo de un hilo, lo peor es que llegué a comprender perfectamente lo que significaba preocuparte por alguien. Es algo que puede pasarle a cualquiera de nosotros y el preocuparnos es parte natural de nuestra conocida condición humana, la verdad el no preocuparnos es algo un tanto antinatural; pero el problema no surge cuando nos preocupamos, más bien el problema surge de la actitud que toma la otra persona con respecto al efecto que nos genera.

No sabría decirles con exactitud cómo es que nos debemos comportar desde que cada cabeza es un mundo, no podemos establecer un patrón; lo que sí es que somos conscientes de ciertas normas establecidas por la sociedad con anterioridad: uno no lastima a los que quiere –o al menos trata-. Aunque claro, siempre existe ese descuidado ser que no se da cuenta de que lastima a sus seres queridos y, tristemente; no quiere enfrentar las consecuencias de sus actos y simplemente culpa a los demás por aquello que no se atreven a afrontar ellos mismos.

Me ha tocado estar en ambos lados pero a mí en lo personal no me agrada saber que he lastimado a alguien, cuando pasa mentalmente me torturo; y siempre trato de encontrar la manera de evitar a toda costa la fatalidad del lastimar a alguien, como muchos de nosotros básicamente soy consciente del poder que todos y cada uno de nosotros tenemos sobre los demás. No es que la verdad me haya dedicado a seleccionar malévolamente a quienes lastimo o no, pero hasta sin darnos cuenta podemos lastimar a algún ser querido, es como cuando uno que es jetón pone una cara y hace que alguien se enoje o se sienta mal –cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia-.

Ninguno de nosotros en esta vida está libre de pecado o puede decir que nunca ha lastimado a alguien, el problema es que muchos no saben –sabemos- cuándo pedir una disculpa; pensamos que podemos justificar nuestras acciones con una contra-acción o, déjenme explicarme mejor; con una sonrisa o una actitud de completo servicio hacia la persona que agredimos antes… así no funciona la vida y menos este universo que está al servicio de las acciones del karma. Yo sé del karma y les aseguro que es casi instantáneo, aunque no tenemos que actuar acorde a lo que no nos traiga consecuencias karmáticas sino más bien hay que actuar acorde a lo que creamos mejor o lo que sea mejor (esta es la parte en la que mi maestra de ética me obligaría a usar términos más ‘finos’), según los filósofos esto se conoce como utilitarismo: hacer el bien al mayor número de personas posible o el menor daño al menor número –ALERTA DE ÑOÑA-.

Pero fuera de lo que podamos controlar o no, nosotros somos quienes conocemos nuestros límites y –a plena consciencia o no- sabemos hasta cierto grado lo que afectan nuestras acciones a los que nos rodean. Nadie en esta vida tiene el poder de predecir lo que sucederá pero sí tenemos una clase de sexto sentido para saber si algo está mal, y muchas veces de esta manera nos damos cuenta de que las personas que nos rodean tienen algo; aunque tristemente no funciona lo suficientemente bien cuando nos equivocamos o tomamos una decisión que termina lastimado a alguien que queremos.

Personalmente se me hace muy difícil reconocer mis errores pero de cierta manera es parte del proceso de madurar, crecemos cuando podemos ver la vulnerabilidad en aquellos que nos rodean y eso es lo que significa la inteligencia emocional porque, ¿de qué nos sirve el ser tremenda y estúpidamente inteligentes si no somos capaces de manejar nuestras emociones y de regular cómo enviamos nuestros mensajes a los demás?

Seguramente es más fácil decirlo que hacerlo pero hay que aprender a decir perdón, nunca sabremos hasta cuando nos tocará vivir en este loco mundo de altas y bajas, vamos a ser lastimados muchas veces y nos va a tocar lastimar aunque no queramos, pero lo importante aquí es que tengamos la humildad suficiente para poder pedir perdón, para darnos la oportunidad de ser humanos y sentir vulnerabilidad y regocijo al saber que hicimos bien las cosas. Pero antes de irnos Kalochos, quiero darles las gracias por todo lo que han hecho por nosotros ya que, sin lugar  dudas; ustedes son el factor principal de que estos locos escritores tengamos la oportunidad de ser escuchados y de ayudarnos a darles una voz.

Au revoir!

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