Se Vale Extrañar.

Perder a una persona importante para nosotros siempre es algo difícil, y no me refiero al “perder” de manera figurativa a alguien sino literalmente, perder a alguien involucra muchos sentimientos que incluyen desde los más básicos como la tristeza hasta estrés y culpabilidad. Hace poco he de confesar que perdí, literalmente; a una persona muy importante en mi vida y que el proceso natural de duelo era algo muy nuevo para mí… y no es porque yo viviera en una eterna burbuja de protección sino más bien porque –pese a el conocimiento de que las personas son efímeras- lo veía como algo muy distante, como algo que nunca me podía tocar.

Realmente el perder a alguien es muy diferente a lo que todos creemos, muchas veces decimos que “perdemos” gente cuando por x o por y las personas dejan nuestra vida aunque realmente el perder a alguien va mucho más allá. El perder a alguien a rasgos generales significa no poder ver a una persona nunca de los nuncas de todo el universo, y no por decisión sino por circunstancia, eso en pocas palabras es el perder en todo su esplendor.

Anteriormente mencioné mi periodo de duelo, probablemente a algunos les haya pasado así, y puedo decir que el mío constó de tres etapas. La primera fue la negación, durante esta etapa una parte de mi subconsciente suprimió la realidad  y aunque sabía que era el final de una etapa de cierta forma no lo pude aceptar, me atrevo a decir que no lo entendía; y tras un muy mal día –créanme cuando digo que fue malo- mi cerebro fue procesando la información y me llegó hacia la segunda etapa: la aceptación.

Durante esta segunda etapa comencé a procesar todo lo que había pasado, me di cuenta que de cierta forma no iba a tener el privilegio de realmente volver a ver a esta persona, que no era un mal sueño, hasta cruzó por mi cabeza un  “chin”. Aquí me di cuenta que había una razón para aquella pérdida más que un consuelo como “el cielo necesitaba ángeles”, fue el momento en el que reaccioné y acepté que en efecto nos apoyamos en cosas que van más allá de nosotros como la religión, y que realmente –sea real o no- es uno de los consuelos más efectivos.

La tercera etapa desde mi punto de vista es la más difícil, la despedida llega cuando ya sabemos que no va a haber nunca vuelta atrás. Es la más difícil porque es cuando nos ponemos a pensar que probablemente el universo conspira en contra nuestra  porque nos damos cuenta que, pese a lo mucho que podamos estar sufriendo; hay gente que ríe y que simplemente es feliz… entonces pasada esta etapa de egoísmo y amarga resignación sabemos que para recuperar un poco eso que envidiamos hay que dejar ir, siendo que realmente sentimos la necesidad de aferrarnos creemos que es más difícil que encontrar una aguja en un pajar.

Pero de cierta manera todo se va acomodando para que aprendamos una lección de ello: las personas no te dejan mientras las tengas presentes en tu corazón y en tu mente. No significa que tenemos que aferrarnos con cuerpo y alma a las memorias que compartíamos con aquellos seres que se encuentran en otro lugar, más bien significa que mientras recordemos lo bueno de ellos y lo que significaron para nosotros podemos encontrar ese equilibrio. Es difícil pero se lo debemos a ellos, es más bien dicen que mientras no dejes ir a una persona no podrá descansar en paz, dejar ir no significa olvidar.

Este pequeño y sencillo artículo va dedicado a aquellos que si saben lo que significa perder a alguien, no tanto como una consolación ya que esas las encuentra cada uno por su cuenta sino más bien como un recordatorio de que la vida sigue y no se detiene por ninguno y, tomando una frase que probablemente muchos ya hayan escuchado antes “el amor es un grito al vacío y el olvido es inevitable” pero mientras sigamos recordando, mientras quede un pedacito de nosotros en los corazones de las personas nunca seremos olvidados. Aunque solo sabemos que se vale extrañar y esperamos que sepan que los extrañamos, sabemos que el hecho de que no podamos decirles frente a frente que los queremos no no cambiará la realidad, y espero que ojalá allá arriba tengan internet.

Te quiero, au revoir!

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