“Poeta Mexicano: Jaime Sabines.”

Hoy quiero contarles un poquito acerca de un poeta (de mis favoritos) mexicano, que precisamente un día como hoy nació: Jaime Sabines.

Nació en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, México en 1926  y murió en la Ciudad de México en 1999 (yo tenía ocho años).

Tras sus primeros estudios, que realizó en el Instituto de Ciencias y Artes de Chiapas, se trasladó a Ciudad de México e ingresó en la Escuela Nacional de Medicina (1945), donde permaneció tres años antes de abandonar la carrera. Cursó luego estudios de lengua y literatura castellana en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, y fue becario especial del Centro Mexicano de Escritores, aunque no consiguió grado académico alguno.

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En 1952 regresó a Chiapas; residió allí durante siete años, el primero de ellos consagrado a la política y los demás trabajando como vendedor de telas y confecciones. En 1959, tras conseguir el premio literario que otorgaba el Estado, Sabines comenzó a cultivar seriamente la literatura. (Fuente: Biografías y Vidas.)

Los versos de Sabines son directos y transparentes, y aunque no desdeña el refinamiento de la poesía culta, su estilo se inclina más hacia lo conversacional. Ello le ganó el favor del gran público, que se hizo patente sobre todo durante las dos últimas décadas de su vida. El autor utiliza un lenguaje cotidiano y sin adornos para crear composiciones que se colocan más cerca de los sentimientos que de la razón. Poeta del diario vivir, contempla con perplejidad y desde la más rigurosa terrenalidad el fenómeno del amor y el absurdo de la muerte. Y es precisamente por esto que es de mis favoritos. La manera en que expresa es tan “sin adornos” que cautiva (bueno a mi si).

Y bueno como debe de ser, todos los poetas deben o deberían tener una musa y Sabines no es la excepción, el autor dedica multitud de textos a su musa, Chepita (Josefa Rodríguez), tras su reencuentro a finales de los años 40. Un encuentro que hizo rememorar un amor de niños y del que surgieron muchas cartas en la distancia y muchos versos de amor en su convivencia. Aquí les dejaré una de sus cartas. (Luego me dicen que les parece) :

“Te quiero a las diez de la mañana, y a las once, y a las doce del día. Te quiero con toda mi alma y con todo mi cuerpo, a veces, en las tardes de lluvia. Pero a las dos de la tarde, o a las tres, cuando me pongo a pensar en nosotros dos, y tú piensas en la comida o en el trabajo diario, o en las diversiones que no tienes, me pongo a odiarte sordamente, con la mitad del odio que guardo para mí.

Luego vuelvo a quererte, cuando nos acostamos y siento que estás hecha para mí, que de algún modo me lo dicen tu rodilla y tu vientre, que mis manos me convencen de ello, y que no hay otro lugar en donde yo me venga, a donde yo vaya, mejor que tu cuerpo. Tú vienes toda entera a mi encuentro, y los dos desaparecemos un instante, nos metemos en la boca de Dios, hasta que yo te digo que tengo hambre o sueño.
 
Todos los días te quiero y te odio irremediablemente. Y hay días también, hay horas, en que no te conozco, en que me eres ajena como la mujer de otro. Me preocupan los hombres, me preocupo yo, me distraen mis penas. Es probable que no piense en ti durante mucho tiempo. 
 
Ya ves. ¿Quién podría quererte menos que yo, amor mío?”

Jaime Sabines.

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Por último quiero dejarles uno de sus poemas que más me gustan, es asombrosa la manera en que habla acerca del amor y de los que aman(amamos).

“Los amorosos callan.
El amor es el silencio más fino,
El más tembloroso, el más insoportable.
Los amorosos buscan,
Los amorosos son los que abandonan,
Son los que cambian, los que olvidan.
Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
No encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
Porque están solos, solos, solos,
Entregándose, dándose a cada rato,
Llorando porque no salvan al amor.
Les preocupa el amor. Los amorosos
Viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
Siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
No esperan nada, pero esperan.
Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
Siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
Los que siempre “¡qué bueno!”, han de estar solos.

Los amorosos son la hidra del cuento.
Tienen serpientes en lugar de brazos.
Las venas del cuello se les hinchan
También como serpientes para asfixiarlos.
Los amorosos no pueden dormir
Porque si se duermen se los comen los gusanos.

En la obscuridad abren los ojos
Y les cae en ellos el espanto.

Encuentran alacranes bajo la sábana
Y su cama flota como sobre un lago.

Los amorosos son locos, sólo locos,
Sin Dios y sin diablo.

Los amorosos salen de sus cuevas
Temblorosos, hambrientos,
A cazar fantasmas.
Se ríen de las gentes que lo saben todo,
De las que aman a perpetuidad, verídicamente,
De las que creen en el amor como en una lámpara
De inagotable aceite.

Los amorosos juegan a coger el agua,
A tatuar el humo, a no irse.
Juegan el largo, el triste juego del amor.
Nadie ha de resignarse.
Dicen que nadie ha de resignarse.
Los amorosos se avergüenzan de toda conformación.

Vacíos, pero vacíos de una a otra costilla,
La muerte les fermenta detrás de los ojos,
Y ellos caminan, lloran hasta la madrugada
En que trenes y gallos se despiden dolorosamente.

Les llega a veces un olor a tierra recién nacida,
A mujeres que duermen con la mano en el sexo, complacidas,
A arroyos de agua tierna y a cocinas.
Los amorosos se ponen a cantar entre labios
Una canción no aprendida
Y se van llorando, llorando
La hermosa vida.”

Hasta la próxima Kalochos.

Pd. ¡Feliz Cumple Años Sabines! Gracias por tu poesía.

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