Dejar de mirar, comenzar a ver.

Querida amiga:

Me alegra poder ser el oído que necesitas para desahogarte, y el hombro en el cual puedes llorar sin restricciones. No tengo las soluciones a tus problemas porque aunque me los confíes, solo los puedo ver con mis propios ojos. Y me lastima verte así. Me gustaría poder ponerme en tu lugar para comprender cómo te sientes y poder aconsejarte al respecto, y he pasado días enteros buscando dentro de mi todo lo que puedo hacer para que te sientas mejor.

Sé que las palabras de aliento, los “te quiero” o los abrazos son solo curitas, bandas protectoras que aunque evitan temporalmente que la herida se contamine, no hacen que deje de doler o que sane. Tienes una herida y yo no soy doctora, pero creo que lo que puedo hacer es mostrarte lo que veo, tanto con mis ojos como con mi corazón, para que viendo tus problemas desde un punto de vista externo puedas encontrar la tan anhelada solución y restaures la integridad y la armonía dentro de ti. Al final, las únicas personas que pueden solucionar nuestros problemas somos nosotros mismos, y los demás sólo brindan las herramientas que necesitamos para hacer el trabajo.

Vivimos en un mundo superficial y rápido, que se rige por las apariencias y en donde la gente pasa de largo sin fijarse más que en la primera impresión que les dejan las personas. Hay personas que viven con máscaras puestas, y hay otras que muestran su cara al mundo tal cual. De cualquier manera, los demás no se detienen a ver si portas una máscara o no, y te miran pero no te ven.

En la fiesta de disfraces de la vida, tú portas una máscara de felicidad plena y de mundo perfecto. Con una sonrisa logras que la gente te mire y sienta calor en sus corazones y un poco de envidia por tanta felicidad que demuestras. Pero yo te veo, y sé que detrás de esa máscara escondes unos ojos que lloran, que se sienten perdidos. Te encuentras rodeada de un mar de gente, y te sientes más sola y perdida que nunca. No sabes por qué te encuentras en ese rincón del salón, ni por qué estas usando ese disfraz.

Necesitas cerrar los ojos y desconectarte del mundo un momento para poder encontrar las respuestas a todas tus dudas. Debes disponerte a hacer un viaje en retrospectiva para ver todo lo que hiciste antes de la fiesta que te llevó a localizarte en ese preciso punto de tu vida sintiéndote tan perdida.

Te llegó la invitación muchos años antes, específicamente el día de tu nacimiento. Desde entonces el mundo ya había comenzado a bombardearte con información y opiniones de diferentes personas que ya habían asistido a la fiesta y que no encontraban otra forma de pasar el tiempo más que discutiendo y criticando, con el título de críticos visuales que obtuvieron con honores en la escuela, el color o el tamaño del vestido de cierta persona, así como el maquillaje o los accesorios de otra. Pero tú tenías cosas más importantes en las cuales pensar, como si te iba a tocar esconderte o contar primero en el juego de las escondidas o si el pastel de tu cumpleaños iba a ser de chocolate o de vainilla, por lo que ese tipo de información que te estaban brindando te entraba por un oído y te salía por el otro.

Cuando seguías siendo pequeña pero ya tenías noción del evento, te encontraste con el gran dilema de tu vestuario, porque querías usar tu pijama favorita y tu disfraz de mujer maravilla al mismo tiempo; y mientras decidías cual usar, no estabas pensando en que dirían los demás sobre ti, sino con qué te sentirías más cómoda.

La gente siguió escupiendo información hasta por los codos y el flujo de información avanzó paralelamente con el tiempo y contigo, de manera que los tres fueron evolucionando, y llegó el momento en el que las escondidas ya no te llamaron la atención, descubriste que preferías el pastel de chocolate y tu disfraz de mujer maravilla ya no te quedó; fue esta transición en la que te desprendiste de todos los íconos de tu infancia y te viste en la necesidad de tener nuevos íconos que representaran la nueva etapa en tu vida, y lo único que tuviste a la mano fue el manojo de información que no frenaba su curso. Y lo tomaste.

La gente puede ser muy persuasiva, y la información se puede manipular y transmitir de tal manera que influya y mueva masas, incluso siendo de diferentes generaciones. Así, no solo tú te perdiste en el laberinto de la felicidad superficial, también las personas a las cuales respetabas y que impactaban con gran peso en tu vida lo hicieron. Tomaron como ley suprema cualquier decreto que dictaran los “experimentados”, por más descabellado que fuera, y dejaron de ver a las personas para solo mirarlas.

Seguían los patrones tanto de vestido como de comportamiento que veían en las revistas o en la televisión, que convirtieron la felicidad en un objeto llamado “moda”, y que marcaban como tendencia tipos específicos de cuerpo que favorecían a tipos específicos de tela, y que unidos conformaban los “looks perfectos”, aquellos que eran los únicos modelos que pasaban como aceptables en la fiesta. Así, saliste a buscar telas para tu vestuario, pero esta vez ya no tenías como prioridad pensar en tu comodidad, sino en tu aceptación en el evento.

Influida por estas tendencias y bajo el régimen de esa gente importante que había sido manipulada, y por tanto cegada por los expertos, te dejaste llevar sin reclamos durante toda la confección del vestido y el moldeo de tu cuerpo e identidad, suprimiendo tus opiniones y puntos de vista sobre las cosas que no te parecían o lo que te llegaba a lastimar, por miedo a defraudarlos a todos, excepto a ti.

Suprimiéndote de todo el proceso, te olvidaste sin darte cuenta. Llegó el momento de la fiesta, y ansiosa te pusiste tu “look perfecto” y tu máscara y acudiste, esperando que en el momento en el que llegaras y la gente te mirara te llenaras de esa felicidad que te habían vendido y que según el instructivo minucioso que seguiste, llegaría a ti en cuanto este se cumpliera.

Pero llegó el momento, la gente te miró y te aceptó por haber seguido sus reglas, pero tú no sentiste algo diferente. Al parecer todo el esfuerzo por ponerte detrás y bloquearte había sido en vano.

Recorriste el salón en busca del sentimiento, y mientras había personas que deseaban desesperadamente poder ser tan felices como tu máscara aparentaba serlo, tú buscabas con igual intensidad la felicidad de los demás, sin pensar que al igual que la tuya, podía ser falsa.

Cuando llegaste al rincón, te diste cuenta de que estabas perdida, y no solo geográficamente; en el mapa de tu interior también lo estabas. No sabías porque estabas usando el vestido que traías puesto si te quedaba grande, o por qué traías esos zapatos que no eran de tu talla y que te habían sacado ampollas, y deseabas con todo tu corazón poder regresar a tu casa, quitarte todo y ponerte tu pijama para sentirte cómoda. No entendías por qué si seguiste los pasos a la perfección, haciendo de la perfección misma un objeto alcanzable, y aun poseyéndola, tu corazón se encontraba vacío.

Y es aquí donde te encuentras ahorita, y quiero que veas lo que yo veo:

Dejaste la comodidad por la “elegancia”, sin darte cuenta de que tu pijama o tu disfraz de la mujer maravilla eran mucho más elegantes que tu vestuario, porque eran TUYOS, y que si te sintieras cómoda te sería más fácil concentrarte para encontrar la solución a tu pérdida.

Hiciste de la perfección comercial un estilo de vida, pasando por alto que la perfección cómo tal no existe. Era tu imperfección de la infancia, en su estado puro, la que te hacía imperfectamente perfecta.

Tratando de complacer a los demás con tu vestuario, tu apariencia o tus actividades, te olvidaste de complacer a la persona más importante, al grado de perder la noción de quien es esa persona en realidad. Y no es tu culpa, ni la culpa de esas personas importantes; ambas fueron víctimas de la manipulación, de lo cual nadie está exento, y aún si ya es tarde para que esas personas se quiten la venda de los ojos, no es tarde para que tú lo hagas.

Sólo cuando esto suceda podrás volver a ver, y dejarás de mirar.

Las máscaras son armas de doble filo, porque alteran nuestra visión de la realidad y al mismo tiempo bloquean nuestra visión interior.

Las personas que viven sin máscaras y son felices no lo demuestran, lo transmiten. Sé que eres capaz de dejar de mirar y comenzar a sentir para darte cuenta de que esa felicidad que tanto deseas va mucho más allá de lo que vemos con los ojos, y los mejores maestros son este tipo de personas. Sus vestuarios les quedan a la perfección porque no siguieron patrones establecidos, sino que lo hicieron a su medida, por lo cual se sienten cómodos, y como eso es lo que más les favorece, eso los convierte en los más bellos de la fiesta. Y no necesitan mostrarlo a todos o recibir la aprobación o los halagos de los demás para dejarlo claro o para ganar el concurso, porque saben que en su fiesta ellos portan la corona desde antes de que comenzara y que la vida es mucho más que un concurso.

 Sólo se dedican a disfrutar del momento y de las circunstancias que los rodean.

Yo soy una invitada en la fiesta también, y te localicé en el rincón. Puedo ver a través de tu máscara, y en tus ojos te veo reflejada por dentro, acorralada en tu propio rincón, temerosa de lo que está pasando y sin saber a dónde ir. Pero en los ojos de esa persona interna veo a la niña de las escondidas, la que va a la escuela con su disfraz de mujer maravilla y que corre por los pasillos buscando a sus amigos porque ya acabó de contar en el juego, dejando sus carcajadas impregnadas en las paredes de su casa y en todos los lugares por los que pasa.

Está asomada, preparándose para salvarte, con su disfraz y su capa.

Te quiere, y está dispuesta a enfrentarse a todos los monstruos que se le presenten con tal de ser la heroína que necesitas y regresarle la paz a tu pueblo.

Al igual que yo, ella también te ve, y sabe que también tienes poderes. Juntas son más fuertes que cualquier monstruo o problema.

Está en espera de tu señal, y tiene tu disfraz de mujer maravilla (el de tu talla de adulto) listo para que lo uses cuando la contactes.

 Analízalo, piénsalo, recuérdalo. Aunque me encantaría que con solo demostrarte lo mucho que te queremos todos, lo orgullosos que estamos de ti o la capacidad que te vemos fuera suficiente, sé que encontrarte es algo que debes hacer sola, y espero que sabiendo lo que los demás ven en ti puedas encontrar un poco de guía.

Sé que puedes.

kalot has

Cambio y fuera.

 

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