Seguir aves hasta los confines del océano de la vida

Para perseguir nuestros sueños debemos de ser libres.

Muchas veces no es que seamos incapaces de serlo, sólo nos sentimos paralizados por las cadenas de miedos entrelazados que vemos hechas de acero inoxidable y que en realidad no son más que plástico.

Yo tengo un sueño: Escribir. Escribir como hobby, como profesión, como medio de vida. Parte de la estrategia para alcanzar mi sueño consiste en estudiar periodismo, carrera de la que estoy enamorada y que se encuentra en una ciudad distinta a la que actualmente es mi hogar.

Decidida a poner en práctica mi estrategia, me dispuse a viajar a dicha ciudad y programé una cita con el director de la carrera para hablar al fondo sobre el tema y terminar con todos los trámites necesarios para mi transferencia.

Estaba sentada en la oficina del director, y conforme el momento de la cita se acercaba todos mis miedos y mis angustias decidieron visitarme, acompañados de la nostalgia que me presentó una imagen detallada de lo que aparentemente sería mi nueva vida: independiente, pero sola; una vida en la que mi mamá ya no me taparía todas las noches cuando hiciera frio, donde ya no vería a mis amigos, esas extensiones de mi ser, caminar por los pasillos ni compartiríamos anécdotas, risas o llantos, donde ya no tendría el calor de esa persona especial que me hiciera sentir como en casa, donde no tendría una mesa a la cual llegar a sentarme cada tarde y escuchar el típico “¿Cómo te fue?”…

En fin, una vida independiente, sola y desconocida; una vida fuera de mi zona de confort. En el momento en el que terminé de contemplar esa imagen sentí que perseguir mi sueño significaba renunciar a todo esto y me entraron unas ganas inmensas de huir y regresar a mi lugar seguro, abandonando eso que tanto añoraba por no soltar ese sentimiento de protección. Y en ese momento entró la persona a la que estaba esperando y ya no me dio tiempo de correr.

Y me alegra no haberlo hecho, porque fue lo mejor que me pudo haber pasado; desde que comenzó la reunión y con cada palabra que esta persona articulaba yo me sentía más y más tranquila, y de repente todos mis miedos y mis angustias se disiparon, la imagen tormentosa de mi nueva vida se desvaneció y en su lugar me abrumó un sentimiento de tranquilidad que fortaleció esa seguridad que ya tenía sobre mi decisión, y en ese momento me di cuenta de que estaba en el lugar indicado y que la decisión que estaba tomando era la correcta, porque era la dirección indicada para seguir mi camino. Esta decisión me había brindado un momento de felicidad que sabía que era prolongable, porque implicaba hacer lo que me gusta, y no podía sentirme más feliz ni mas convencida que en ese instante.

Y es cierto, seguir nuestros sueños implica desprendernos de ciertas personas, lugares y circunstancias a las que estamos acostumbrados. Pero no fue hasta que salí de esa reunión y reflexioné sobre la decisión que había tomado que me di cuenta de que la imagen que me habían pintado mis miedos era una perspectiva errónea de lo que significa una vida independiente: seguir nuestros sueños implica desprendernos de todos estos factores, mas no renunciar a ellos.

Somos barcos navegando el océano. Cuando establecemos nuestra zona de confort, todas esas personas, lugares y circunstancias que la conforman se unen y forman un ancla que detiene nuestro barco y lo fija a esa parte específica del océano. Nuestra zona de confort nos brinda un sinfín de vistas de paisajes hermosos y nuestra ancla nos permite admirarlos.

Pero somos navegantes y tenemos sed de descubrir, por lo que algún día mientras nos encontremos siguiendo la rutina en las aguas tranquilas de nuestra zona de confort, descubriremos un ave tan peculiar e interesante que nos cautivará y nos incitara a seguirla, y es ahí donde tendremos que levar anclas y desprendernos de esos paisajes que tantas veces nos aportaron momentos de felicidad para poder embarcarnos en aguas profundas y desconocidas en las que descubriremos nuevos amaneceres y vistas impresionantes, así como nuevas aves a las cuales seguir.

Levar nuestra ancla no implica cortar la cadena que la conecta a nuestro barco, sino desprenderla del fondo del océano y levantarla para que nos permita movernos, y aunque nos desconecte de nuestra zona de confort, siempre nos acompañará porque forma parte del barco.

Nuestros sueños son esas aves tan fascinantes y mágicas que nos brindan innumerables motivos, a veces implícitos, a veces tácitos, por los cuales debemos seguirlas. Y aunque seguirlas implica abandonar nuestra zona de confort e incursionar por rumbos desconocidos, debemos de tener la certeza de que aun cuando nuestra ancla ya no nos conecte a esta zona, siempre nos acompañará y podrá disfrutar con nosotros de los muchas vistas espectaculares que nos esperan en los rincones del océano que descubriremos en el camino, y que a través del viaje de persecución de esas aves nos descubriremos y nos realizaremos, obteniendo momentos de felicidad tanto de los días soleados como de las tormentas más peligrosas.

Ser capaces de salir de esa zona de confort es lo que nos hace ser libres, y es lo que nos permite perseguir nuestros sueños. Todos necesitamos nuestra independencia en algún momento de nuestras vidas, y a cada quien le llega en el momento en el que más le conviene, por lo que cuando esto sucede, debemos de tomar la oportunidad y encaminarnos hacia ésta.

kalot dobby

La rata dice:

En la vida todo lo que queremos está puesto sobre la mesa, lo único que debemos hacer es tener el valor de tomarlo. Nuestros sueños también están puestos sobre la mesa, nuestro deber es darnos la libertad y ser los suficientemente valientes para tomarlos.

Cambio y fuera.

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