Una reflexión sobre Marvel.

Siguen latentes en mi memoria esos primeros contactos con La casa de las ideas: la vieja serie de los 60s de Spider-Man, una diminuta figura de plástico, la colección de tarjetas de una famosa empresa refresquera en mi país y finalmente los cómics.

Supe de ellos cuando niño, en 1995. Recuerdo haber visto en la tienda de revistas esa portada de Spider-Man (quien para mí hasta ese momento era “el hombre araña”) y enseguida lo relacioné con las tarjetas. El Rhino dando un abrazo de muerte al héroe, los textos, los logos y las marcas de la compañía: azul, gris y rojo abundantes.

 

Fue algo que fascinó a mi mente fresca, antes había leído a Batman y a Superman; pero esto era otra cosa. No era porque fuese  más grande el tamaño que las otras el de esta revista, ni el grueso de los forros y el papel sino el modo en que se veían y actuaban los personajes.

En ese número se relataba una historia que me impresionó: un delgado hombre con una sonrisa desconcertante, vestido de gris; es interrogado. Un grueso cristal lo separa de su interrogadora. La Dra. Kafka sostiene en sus manos una máscara verde y morado; deforme. Todo lo que hablaban y expresaban esas viñetas me parecía algo genial. En nada se parecían a los diálogos breves y rimbombantes de la serie de televisión.

 

Se les leía como personas adultas, creíbles, con preocupaciones y angustias. Eran Harry Osborn (el famoso Green Goblin de hoy en día) y la Doctora Ashley Kafka (un personaje que se especializaba en el tratamiento de personas con trastornos psiquiátricos, recurrente en la serie de televisión de los 90s). El lugar: el hospital Ravencroft. Luego llega un ataque de locura y Osborn golpea salvajemente el cristal. La violencia inunda el lugar y ella es sacada de ahí por unos guardias.

Unos momentos después, enojada confronta a los guardias y entra en escena una figura masculina, estilizada, vestida de rojo y azul, posee una máscara de blancos y grandes ojos. Comienza una conversación con la decepcionada doctora acerca de la condición de su amigo; esa figura es Spider-Man

 

Así comienza el primer cómic que leí de Marvel: con un preocupado Peter Parker poco después del encuentro con su amigo. Totalmente ensimismado en pensamientos y en problemas recorre un solitario callejón; ahora su amigo es su nuevo enemigo. Hay neblina y avanza preocupado, cansado por los sucesos de toda una vida. Eso fue algo impactante de leer a mis 12 años.

 

De pronto Rhino entra en escena. Un hombre enorme y robusto, de facciones bruscas, cubierto por un grueso traje gris; rompiendo todo a su paso. Va en busca de Parker.

Logra sorprender a Parker (quien decide cuidar sus movimientos). Confundido Peter espera el momento y es arrojado por los aires para poco después desaparecer ante la mirada del Rhino, este no mide su fuerza; está decidido a asustar al joven. De pronto Spider-Man hace su aparición, furioso e incontenible. Hay diálogos sobre coraje, hartazgo y rabia. Luego viene una paliza al enorme hombre gris. Al terminar, solo hay un momento de reflexión y calma inquietante cuando el Rhino le revela las razones por las que atacó al joven Parker.

 

Este hombre araña no se parecía al que había conocido antes. Ese fue el primer impacto que Marvel hizo en mi existencia. Aquella historia venía en el número 190 de Spectacular Spider-Man en Julio de 1992. Estaba magníficamente escrita por J.M. Dematties (el escritor de comics más literario que conozco), ilustrado por el estilo  clásico pero poderoso de Sal Buscema e iluminado por el estilo detallista de Bob Sharen.

 

La versión en español (que era la que yo poseía) correspondía al número 3 de editorial Vid; era Marzo de 1995. Lejos estábamos de saber que sucedía del otro lado del charco, ya que internet no se parecía en nada a lo que es hoy.

 

Después de 24 años ese cómic sigue conmigo. Ha perdido su valor de colección debido a tantas veces que lo leía y releía emocionado, desprendiéndose poco a poco sus cubiertas de las grapas y rompiéndose dramáticamente la primera página. Sin embargo, sus valores literario, artístico y sentimental son invaluables.

De ahí en adelante quedaría mi espíritu anclado y fiel al personaje emblema de esa compañía; el superhéroe más humano que existe.

 

Hace unas unos meses murió Steve Ditko; el mes pasado Stan Lee. Pareciese increíble que ambos fuesen los creadores de este gran personaje debido a que poseían personalidades contrastantes y formas de vida muy diferentes entre sí. Ambos llevaron vidas apasionantes de acuerdo a sus propios conceptos.

Fuera de temas como el “mal o buen ejemplo” profesional lo que es de admirar es que fueron capaces, en conjunto con artistas como Jack Kirby (fallecido a finales del siglo pasado)  así como John Romita Sr, Don Heck,  Joe Simon, Bill Everett, Roy Thomas, Don Perlin y John Buscema (por nombrar algunos) de crear  tal vez sin que ellos mismos lo advirtieran un universo de personajes tan fascinante que tocó y sigue tocando las vidas de muchos en el mundo. Y eso es un gran mérito en cualquier disciplina artística y creativa hoy en día.

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