Alguien tienen que ceder.

Algunas veces podemos ser dulces y literalmente hacemos todo lo posible por que alguien no sienta feo cuando le decimos algo o le hacemos llegar un mensaje difícil, pero otras veces no podemos evitar el que todo lo que sale de nuestras bellas bocas suene feo. Aquí entra la pregunta en cuestión:
¿Hasta dónde podemos llegar para proteger a los que nos rodean?

Todo se resume con la frase de “es él/ella o soy yo”, y estoy segura de que todos y cada uno de nosotros ha pasado por allí, muchas veces no hacemos cosas porque sabemos que podríamos lastimas o disgustar a otros, pero hay otras en las que hacemos lo contrario –si lo queremos  hacer lo vamos a hacer pese a todo-.

La pregunta aquí es lo que está bien y mal, porque en todo tiene que haber ventajas y desventajas. Conozco a dos personas en particular con este tipo de ideas, una dice que si le hacen la pregunta de “es él/ella o yo” escoge ver por sí misma, y otra en cambio que toma en cuenta el bienestar de los demás durante sus decisiones. Personalmente me identifico más con la segunda persona porque es lo mismo que pienso, de cierta manera ver por los demás es algo que nos nace y todos contamos con esa actitud –aunque pocos lo llevan a la práctica-.

Es increíble pero hay muchas maneras de hacer llegar nuestros mensajes a los demás sin dañarlos y una de esas es mediante el uso del tacto, esta es una habilidad entre las personas, y lo podemos encontrar de mil y un  maneras. Todos conocemos personas que parecen haber sido tocados por el ángel del tacto y otros que no, más bien parece que fueron completamente olvidados por este, aunque de cierta manera es un tanto variante el nivel de tacto con el que tratamos a las personas.

Otra –ya muy extrema- es recurrir a las indirectas, aunque a decir verdad tenemos que ser muy claros para que los demás las puedan ver, y no siempre funcionan. Pero claro, siempre tienen que haber un balance como en todo, y siendo directo o indirecto podemos dañar de igual forma a los demás.

Es cierto que el tacto y el que tan directos somos influye mucho, pero ¿cómo es que dejemos que nos pase alguien por encima al tratar de protegerlos?

Siempre va a llegar un punto en el que alguno de los involucrados va a ceder antes, pero la cosa tiene que ser pareja. Pongámoslo así, no se trata de ceder por el otro para no lastimarlo, así como tampoco se trata de lastimar al otro para conseguir lo que se busca,  sino más bien de definir prioridades –lo cual no es muy difícil si pensamos las cosas con calma-, de ver también que tanto es que nos importa la relación que llevamos con aquella persona, así como la raíz de la cual salió el problema –el objeto o situación en general.

También hay que tomar en cuenta el simple hecho de que todos somos diferentes, las prioridades de todos y cada uno de nosotros tienen un orden y una razón diferente a las de los demás. Si yo le doy mucha importancia al comer saludable, no todos van a estar de acuerdo conmigo al decir que comer saludable es prioridad, esto es aplicable a cualquier aspecto de nuestras vidas.

Es curioso que el decir “alguien tiene que ceder” muchas veces lo queramos asociar con algo romántico –y no lo digo por la película de Jack Nicholson y Diane Keaton-, de cierta forma así pasa ya que es una de las situaciones en las que vislumbramos que podemos perder algo cuando ganamos, o cuando ganamos cuando perdemos; pero esto va desde cosas tan chiquitas como darle nuestra última galleta a alguien que tiene hambre, hasta cosas más grandes como el ceder o no ante cualquier problema que enfrentemos.

La vida está llena de momentos de incertidumbre, momentos en los que tenemos que decidir, en momentos de nuestra vida diaria nos damos cuenta de que siempre podemos perder algo al ganar, como diría mi maestra de microeconomía: hay un costo de oportunidad, esto significa que si ganamos a fuerzas perderemos algo, no podemos tener dos cosas que queremos al mismo tiempo y si lo vemos por un lado menos analítico, tenemos lo que en realidad queremos porque al final nuestro subconsciente eligió lo que es mejor para nosotros, y de cierta manera, lo que más queríamos.

Y… ¡Corte!

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