De damas y caballeros.

Muchas veces nos ponemos a pensar en donde quedó la caballerosidad, no sabemos en qué momento fue que dejó de existir –si es que dejó de existir–, cuáles fueron las razones por las que ya no conocemos caballeros como los de antes pero, de alguna forma u otra la moneda tiene siempre dos caras. Los hombres también dicen que las mujeres ya no son damas, las ven como iguales y de cierta forma es cierto, ya que es lo que se ha tratado de conseguir por bastante tiempo.

Pareciera que hace no mucho tiempo todavía soñábamos con caballeros en brillantes armaduras, que viajaban en blancos corceles con el propósito de rescatarnos de apuros –desde derrotar a un temible dragón hasta salvarnos de pisar un charco en la calle– la cual era la idea o más bien el ideal que teníamos de un hombre perfecto.

De alguna forma u otra esos caballeros han dejado de usar sus brillantes armaduras y las han cambiado por jeans, playeras y zapatos casuales, en ocasiones por trajes más elegantes; mas aquí la cuestión en teoría es que: el que ya no usen sus brillantes armaduras no significa que hayan desaparecido.

¿O sí?

Soy consciente de que las damiselas ya cambiaron sus vestidos, son más independientes y de alguna forma se han dado cuenta de que no necesitan ser salvadas. Ya muchas se han cansado de esperar eternamente a que aquellos caballeros aparezcan a salvarlas –suficiente es el darse cuenta de que se han perdido por el camino–, mas ya saben que son capaces de hacerlo todo, desde derrotar dragones hasta saltar sobre los charcos; conocen sus límites mas saben que eso no las puede detener.

¿Siguen siendo las damiselas de antes?

Es algo muy básico ya, nos quejamos de que no hay caballeros y que las mujeres ya dejaron de ser damas, pero lo que no me explico es por qué pasó esto. Las mujeres llevamos muchos años tratando de demostrar que merecemos tener equidad, que si bien no podemos hacer los mismos trabajos de los hombres (por cuestiones fisiológicas), si podemos llegar a ser tan competentes como ellos. De cierta forma hemos comenzado a deshacernos de la imagen de la damisela en peligro, y sí, sí queremos ser rescatadas pero no queremos que nos vuelvan a encasillar en la etiqueta de “mujer=sexo débil, eso no es justo para las mujeres; y esto fue lo que desencadenó la revolución sexual.

Esta revolución o liberación sexual se llevó a cabo a principio de la década de 1950 ya que durante la segunda guerra mundial las mujeres tuvieron que comenzar a trabajar, en los países que estuvieron involucrados en dicho conflicto esto fue lo que mantuvo activa la economía; y gracias a esto llegaron muchas preguntas sobre los derechos de las mujeres (y personas con diferentes preferencias sexuales), derecho de elegir sobre sus cuerpos, a escoger ellas/ellos lo que querían fue lo que comenzó a generar conciencia sobre equidad de género, entre muchas más cosas.

¿Fue la revolución la causante del distanciamiento entre hombres y mujeres? No lo sé, quiero creer que el hecho de que las mujeres hayan buscado “independencia” de aquel estigma no sea la razón del distanciamiento. Que queramos ser reconocidas como iguales no significa que no nos gusten los detalles como que nos abran la puerta del auto, que nos sorprendan alguna que otra vez con detalles (por más pequeños que sean) y nos digan cosas lindas.

Toda mujer –por más independiente que se crea– quiere ser rescatada, y todos los hombres tienen la necesidad de ser y sentirse héroes. Es básico de todos tener esos sentimientos, esas sensaciones galantes que nos hacen sentir queridos en esta vida.

Quiero pensar que todas las mujeres seguimos siendo damiselas –aunque por orgullo  no queramos demostrar debilidad– es parte de nuestra esencia, de nuestros sueños y hasta de nuestros valores emocionales. Una de las ventajas de esta liberación sexual ha sido que, como mujeres “independientes” podemos mostrar tanto como un hombre lo que sentimos, podemos tener detalles con un ellos sin que se vea mal, la sociedad ya no ve mal que una mujer le de algo a un hombre (digamos, no sé; chocolates) sin que los demás digan que está loca porque el hombre es el que da los detalles.

Tenemos que recuperar esa galantería, las ganas de dar privilegio a los detalles y de saber apreciarlos. Hay que retomar esas viejas costumbres, por un momento no vernos como iguales sino con esperanza, con ganas de cortejar, de aceptar nuestras diferencias y gozarlas porque gracias a ellas somos diferentes, y diferente no siempre es malo.

Lo cierto es que de damas y caballeros nos falta un largo tramo por retomar, y siento que son de esas cosas del pasado que debemos conservar y atesorar, vamos; al final de cuentas en el romance lo antiguo nunca pasa de moda.

Y… ¡Corte!

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