Pensar o no pensar, he ahí el dilema.

Si tuviera que describirme, diría que una de mis características es que pienso demasiado las cosas. Nunca paro de pensar. Mi rata mental si da vueltas y no se cansa nunca, y aunque sé que no es una característica exclusiva, porque muchas otras personas cuentan con ella, si marca en gran parte quien soy y como actúo.

Cualquier situación, desde la manzana que desayuné, si los perros ven en blanco y negro o si los cambios presentes en ciertos miembros de mi familia están causando no solo su posible desintegración, yo pienso una y otra y otra vez cada acontecimiento; No de manera clasificada en la que un pensamiento tenga mas prioridad que otro, sino en una forma en la que pienso en todo y en nada al mismo tiempo. Y con cada pensamiento encuentro nuevos ángulos, nuevas perspectivas a través de las cuales analizar la situación, perspectivas que a veces me llevan a caminos sin salida, y que otras veces me llevan a un nuevo problema; Perspectivas que generan mas dudas que respuestas.

Es como ir construyendo un laberinto sin salida, en el cual voy caminando no solo sin brújula, también sola. Sola porque nadie puede comprender, ni planeo que lo hagan porque muchas de las veces ni yo misma lo hago, lo que pasa por mi cabeza.

Y de tanto pensar me frustro, y hay veces en las que quisiera que existiera un interruptor que me dejara descansar por lo menos mientras duermo de esa actividad tan exhaustiva, prometiendo poner toda mi parte para seguir pensando el día siguiente a cambio del sentimiento de no pensar en algo.

Pero es algo incontrolable; mucha gente me ha dicho: “Piensas tanto las cosas, que te olvidas de vivirlas, y cuando quieres hacerlo ya es demasiado tarde”. Ok, entiendo el punto, pero cuando intento no pensar y sigo mis instintos, me encuentro con comentarios como: ”Tanto en una mujer como en un hombre, siempre debe de reinar la prudencia, y ante todo debemos pensar antes de hablar, porque podemos ofender a los demás”.

¿Quién entiende a la gente? Los seres humanos no estamos hechos para entendernos a nosotros mismos y menos a los demás, por lo que siento que ese tipo de opiniones, mas que consejos son el reflejo de lo que esa gente quiere decirse a si misma al respecto, porque presenta el mismo dilema del sobre pensamiento y la falta del mismo.

Entonces, decidida a analizar si el pensar de más es un defecto o una virtud, pensé y pensé en todas las veces en las que he perdido el momento por pensar de más y en las veces en las que he ofendido a la gente por hablar sin pensar. He aquí mis conclusiones sobre cada tipo de persona:

Aunque lo ideal en alguien es que exista un equilibrio en el que no domine nuestra mente pero con el que si analizamos brevemente las situaciones antes de abrir la boca o de realizar cualquier acción, ese equilibrio como tal sería una característica del ser perfecto, y como el ser perfecto no existe, el equilibrio tampoco. Cada persona se inclina a uno de los dos extremos y en base a su inclinación obra y vive.

Para las personas que tienden a no pensar antes de actuar, la vida es instintiva. Ellos están en el laberinto, pero caminan en línea recta hasta que topan con pared, y cuando lo hacen solo dan la vuelta que ven primero, aun cuando sea evidente que posiblemente toparán con pared de nuevo. Sienten que vivir de esta forma los llevará al fin del laberinto en cierto punto, y no les importa el tiempo que les tome, las veces que topen con pared o si se encuentran dando vueltas en el mismo lugar sin avanzar. Se encuentran con toda clase de obstáculos mientras caminan, pero tampoco se detienen a ver si pueden ser pistas para encontrar la salida o si son trampas que retrasen su llegada. Caminan llevando un anteojeras (lo que usan los caballos en las carreras para ver únicamente lo que está frente a ellos), el cual limita su vista panorámica y sólo los deja ver hacia adelante.

Las personas que piensan de más caminan con una lupa. Buscan por todos lados, a todas horas y de todas formas cualquier tipo de información que contribuya a su caso por resolver, y se meten tanto en el análisis que pierden por completo la idea de lo que estaban buscando. Encuentran en el pétalo de una flor una posible amenaza sólo porque es un tono más claro que el pétalo que está a su lado, o se asustan porque detrás de ellos hay un camino de huellas que desconocen (y que en realidad es suyo), o creen que el silbido de un pájaro que pasó por donde estaban es una señal encriptada de las  direcciones que deben tomar. Un día amanecen y se sienten aventureros y con ganas de recorrer todos los caminos existentes, y otros se detienen a analizar algo que no habían investigado antes y que les impide darse cuenta de que ya habían recorrido ese camino que en realidad no tenía salida.

Caminan agachados, buscando en lugares en los que no hay algo que encontrar, generando teorías que crean desastres inexistentes pero tangibles en su laberinto, y pasando por alto datos generales que podrían serles de más ayuda que la información que encuentran y vuelven a enterrar.

Y ninguno de los dos tipos de persona se da cuenta de que el laberinto nunca acaba, y que cada paso que dan solo construye más y más caminos; no entienden que la vida no se trata de encontrar la salida, sino de recorrer todos los caminos del laberinto, porque independientemente de su forma de ver, conocer las diferentes rutas es lo que enriquece la experiencia, y la libertad no se encuentra al final del laberinto, sino en la capacidad de vagar a través de el sin preocupaciones.

Es por esto que yo tengo claro que soy del grupo que piensa de más, pero no cambiaría esta cualidad por nada. Por más dolores de cabeza y extravíos y dudas que genere en mí, sé que el día en el que deje de pensar, dejaría de existir; y también tengo en cuenta que aunque pensando de más si he perdido momentos, encontré experiencias y lecciones a cambio que valieron la pena.

Creo que eso es lo que hace a un escritor. Un escritor siempre esta pensando y pensando y volviendo a pensar, a veces buscando pero siempre encontrando nuevos caminos, rutas que explorar, a veces caminos sin salida, a veces pasadizos secretos que llevan a lugares nuevos. Es en esa capacidad de pensamiento en la que se encuentra el paraíso de la imaginación, que crece con cada tope que nos damos en los caminos sin salida y con cada rayo de luz que ilumina un pasadizo nuevo.

Y para todos aquellos instintivos que viven sin pensar, su vida es maravillosa también; tienen la oportunidad de apreciar maravillas que los del otro bando no pueden, y esas oportunidades, las imágenes que pueden recrear al final del día en su mente y que pueden contemplar sin involucrar el análisis de la misma, es lo  que enriquece sus vidas.

Pero claro, toda esta reflexión es solo el producto del exceso de pensamiento, por lo que puede ser tan cierto como falso, tan disparatado como lógico…

Supongo que nunca lo sabremos.

kalot anteojeras

Cambio y fuera.
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