El amor llama n veces

Hace poco una persona me comentó que la vida estaba compuesta por ciclos, que cada ciclo representaba una historia y que cada historia tiene tanto un principio como un fin. Cada ciclo en nuestra vida relata la historia de un vínculo con otra persona: una relación.

En el caso de las relaciones de pareja, cuando creamos un vínculo con otra persona, nos enamoramos y entregamos lo que somos y lo que tenemos por completo. Esta etapa maravillosa es la que se desarrolla durante el ciclo, y es ahí donde decimos que esa persona es “el amor de nuestra vida”, y aunque personalmente estoy en desacuerdo con el uso del término, en ese momento estamos en lo correcto.

Pero los ciclos tienen fecha de caducidad, desconocida pero existente, y cuando esta llega, independientemente de los motivos o los términos en los que se haya concluido, los seres humanos tendemos a tomar una actitud introvertida en la que nos encerramos dentro de nuestro propio mundo y ponemos mil barreras fortificadas que nos excluyen del resto del mundo porque cerrar ciclos duele y adquirimos miedo al sufrimiento, por lo que suponemos que desconectándonos del mundo y bloqueando cualquier estimulo que recibamos de este seremos inmunes a experimentar esa sensación de nuevo.

Y es aquí donde surge la pregunta: ¿Qué hay más allá del fin de un ciclo? Si la vida en si es un conjunto de ciclos que empiezan y terminan, ¿Por qué nos cuesta tanto trabajo el darnos la oportunidad de seguir adelante y comenzar ciclos nuevos? ¿Qué es lo que nos detiene?

En esta reflexión fue donde comprendí lo que significa que la vida sin sufrimiento es tanto inconcebible como imposible. Esta frase no implica una visión masoquista en la que tenemos que vivir una vida de victimas para poder sentirnos felices o realizados, sino que la gente siempre nos va a lastimar, aun siendo nuestras personas amadas o los que nos aman, y nosotros también haremos lo mismo constantemente en la vida, porque es parte de nuestra naturaleza humana. El sufrimiento es inevitable; pero está dentro de nosotros el sacar el mayor provecho de este y aplicarlo a nuestro favor.

Por lo tanto, en la vida nos vamos a topar con muchos ciclos que se abrirán y de igual manera cerraremos la misma cantidad de ciclos. En el camino, estas acciones nos aportaran sufrimiento. La clave para sobrellevar esa transición entre el cierre de un ciclo y la vida después de este es tener muy claro que salir adelante y volver a sentir no es un pecado; de hecho, salir adelante es una obligación.

Cada persona toma su tiempo, su espacio, su lugar, y tiene su forma de sobrellevar el cierre de un ciclo. Es normal tener tropiezos en este proceso, porque conlleva el desprendimiento de un vínculo al cual nos acostumbramos y a una persona que formó parte importante de nuestra vida y aportó características específicas a nuestra forma de ser con su presencia, y esto tiende a confundirnos y a darnos una idea de que no tenemos derecho a rehacer nuestra vida con alguien más porque sería una especie de traición hacia la otra persona. A esta confusión usualmente se le adjuntan excusas como el tiempo que pasa entre ciclo y ciclo, y suponemos que estableciendo lapsos de tiempo largos conciliaremos la supuesta culpa que no nos deja seguir.

Y esa culpa nos impide darnos cuenta de que la mayoría de las veces hacemos una tormenta en un vaso con agua, y no es hasta que verdaderamente estamos listos para cerrar el ciclo cuando lo comprendemos:

La vida nunca para, sigue su curso independientemente de nuestra actitud hacia ella, y por más barreras que pongamos  o por más que nos quitemos, lo que está escrito en nuestro destino nos pasa porque nos tiene que pasar, y por más que nos cerremos a la idea de comenzar ciclos nuevos tarde o temprano llegará el momento en el que nos demos cuenta de que tenemos que hacerlo, porque al estancarnos no ganamos absolutamente nada más que un desgaste físico y emocional y es más probable que perdamos cosas o personas que valen la pena.

Podemos enamorarnos mil y un veces de varias personas, y ninguna vez va a ser mejor o peor que otra, solo va a ser diferente. Cada persona que amamos y que nos ama influye en nuestra vida de manera diferente, de cada una aprendemos cosas y adaptamos formas de ser.

Abrir nuevos ciclos y volvernos a enamorar no significa ni que dejemos de amar a la otra persona, ni que no podamos entregar nuestro corazón por completo de nuevo a alguien más; significa que aprendemos a amar a la persona anterior de una manera diferente y pasa a ocupar un lugar distinto en nuestras vidas, y que como tenemos la capacidad de amar inconmensurablemente al mismo tiempo a diferentes personas de diferentes maneras, nos entregaremos por completo a la persona que comparta el nuevo ciclo con nosotros y le daremos todo lo que somos y lo que tenemos, así como nuestro corazón sin medidas, porque el corazón está hecho para entregarse cuantas veces tenga que ser entregado.

Es por esto que considero que no existe un solo amor de nuestras vidas; existen muchos amores en nuestras vidas, y cada uno tiene su lugar, su tiempo y su momento.

La rata dice:

No es un pecado el volver a comenzar, y tampoco es malo volver a sentir después de terminar un ciclo en el cual nuestra vida estuvo enlazada con la de alguien más al cual amamos, y siempre hay que tener en cuenta que alguien que verdaderamente nos ama se regocija en nuestra felicidad, incluso si es con otra persona.

ts2

Cambio y fuera.

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