¿Y por qué no?

En mi vida hay un antes y un después que está muy marcado: mi etapa de terapia con el psiquiatra. Cuando me sugirieron ir, lo primero que dije fue: “No estoy loca”. Y no sé si lo estaba, o si lo estoy ahora, pero me di la oportunidad. Y fue la mejor decisión que he tomado. Entré hecha un desastre, y salí totalmente renovada y liberada de todo lo que me impedía ser yo misma.

En una sesión dentro de los primeros meses de terapia, el psiquiatra me dejó de tarea tomar un riesgo. No me especificó de qué tipo, en qué aspecto de mi vida, nada. Sólo tomar un riesgo. Salí pensando si debía de tirarme de un paracaídas, o volarme una clase en el colegio (porque sí, para mí eso era un riesgo ENORME).. y en medio de esa incertidumbre, surgió un problema: Ya iba a ser mi graduación de secundaria y yo (antisocial al máximo) en un colegio de niñas, no tenía amigos. Sabía que si invitaba a un primo o iba sola era como tirar la toalla y rendirme, y no me quería dar por vencida. Así que un día en la comida, una amiga de mi mamá marcó a la casa para platicar de la vida, y casualmente escuché que tenía un hijo de mi edad. En ese momento, sin pensarlo, agarré el teléfono, me presenté con la señora, le pregunté cómo se llamaba su hijo, corrí a la computadora, lo agregué en Facebook y le mandé un inbox preguntándole que si quería acompañarme a mi graduación.

No me di tiempo para pensar en todos los “por qué es una mala idea”, simplemente lo hice. Y ese fue mi riesgo. Cuando me di cuenta de que ya lo había mandado, quería que la tierra me tragara de la vergüenza, porque era algo demasiado “aventado” para mí. Pero como ya estaba hecho, solo me quedaba esperar a que me contestara. Y el chavo de súper buena manera aceptó ir conmigo. Y para agregarle adrenalina a la situación, nos conocimos hasta el día de la graduación, y ya en la noche cuando los dos llegamos al lugar. Lo mejor de todo fue que me la pasé tan bien, que cuando tuve tiempo para pensar en todo lo que había hecho y como se habían dado las cosas, me di cuenta por qué el psiquiatra me había dejado esa tarea. Era una lección de vida, y yo no solo me sentí realizada por haber roto con una de las muchas barreras que me impedían ser libre,  también no pude haber estado más orgullosa de  mí.

Cuando se nos presenta la oportunidad en la que podemos tomar un riesgo, lo primero que nos inmoviliza y nos prohíbe seguir adelante y tomarlo es el miedo: el miedo al fracaso, el miedo al cambio y el miedo al “qué dirán”.

El miedo al fracaso es una reacción muy lógica del ser humano ante cualquier posible “amenaza”. Es una respuesta al miedo que nos da experimentar algo que no conocemos, que no es la salida fácil o lo que normalmente haríamos. Tenemos marcado al fracaso como algo negativo, y por eso huimos con solo pensar que podemos fracasar. Pero..

El fracaso no existe.

 Ante cualquier situación, aún cuando sientes que fracasaste y perdiste, SIEMPRE vas a salir exitosamente ganando; ¿Por qué? Porque el éxito consiste en “fracasar”. Son de los errores de los que se aprende, por lo tanto los errores, lejos de ser algo que nos hace retroceder, son ganancias y retroalimentaciones que nos impulsan hacia adelante en el camino. Así, cuando tomamos el riesgo de hacer algo y las cosas nos salen mal, lo que adquirimos es experiencia y sabiduría (además de una buena dosis de adrenalina), y ninguna de las tres es algo malo. Debemos de romper con el tabú del fracaso; Primero, porque si todo en la vida nos saliera a la primera y bien, nunca comprenderíamos el verdadero significado de las cosas, los sentimientos, las personas, o las situaciones que se nos presentan, y nunca las valoraríamos. Viviríamos superficialmente. Y segundo, porque el problema está en ver las cosas desde el ángulo equivocado; si a todo le vemos el lado positivo, por más negativo que parezca, nos daremos cuenta de que la vida no es tan complicada como parece, y que tomar riesgos, independientemente del resultado, es parte de vivir.

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El miedo al cambio nos llega cuando se presenta la oportunidad de salir de la zona de confort. Vivimos en nuestra burbuja, donde creemos tener todo en orden y asegurado, por lo tanto, cualquier riesgo lo vemos como un objeto ponzoñoso que la puede romper. Y qué es lo que pasaría si alguien o algo rompe nuestra burbuja?

Nos caemos.

Caer, que también es visto como algo negativo, tampoco lo es. Desconocemos que pasaría si caemos y salimos de nuestra burbuja. Pero somos seres humanos, y como el mundo, vivimos en constante cambio. No podemos aferrarnos a lo que tenemos y a lo que somos solo porque nos sentimos seguros como estamos, porque si lo hacemos estaríamos actuando mediocremente; No solo nos estaríamos atacando a nosotros mismos, nos estaríamos estancando, impidiendo nuestra evolución, volviéndonos obsoletos.

Además, uno de los muchos placeres de la vida es el probar cosas nuevas. Como cuando éramos chiquitos y veíamos una zanahoria y decíamos que no nos la íbamos a comer porque no nos gustaba, y cuando nos preguntaban: “ya la probaste?” contestábamos que no, y cuando finalmente accedíamos a probarla nos dábamos cuenta de que era nuestra nueva verdura favorita, así debemos siempre darnos la oportunidad de experimentar, porque muchas veces cayendo de la burbuja podemos aterrizar en una nube que se convierta en nuestro nuevo lugar favorito, hasta que llegue el momento en el que caigamos y descubramos un lugar nuevo, y así sucesivamente.  La vida se debe vivir empíricamente.

burbuja

Y probablemente, uno de los miedos más difíciles de arrancar: el miedo al “qué dirán”. Lamentablemente, las sociedades están marcadas por estereotipos. Todo tiene etiqueta, y esas etiquetas están basadas en prejuicios. ¿Quién eres tú para criticar lo que hace o cómo es una persona? La vida es subjetiva, y cada persona la ve y aporta su perspectiva, y cada perspectiva es diferente pero igual de valiosa a su manera, por lo que..

La opinión de los demás sale sobrando.

La prioridad en nuestra vida somos nosotros mismos, por lo tanto, si vivimos atados en cada acción que realizamos y preocupados por qué van a pensar de nosotros, no solo estamos poniendo a los demás encima de nosotros, nos estamos doblegando a ser su tapete. ¿Por qué dejar que los demás tengan control sobre nosotros y nuestras decisiones y convertirnos en títeres? Sólo nos limitamos y nos perdemos de muchas cosas que pueden ser relevantes. Y casualmente, las personas que más critican a los demás, son las que tienen más celos de ser como aquellos que se atreven a ser ellos mismos sin el miedo al qué dirán. Desean con fervor poder ser igual de felices que aquellos que se dejan ser.

Cada cosa que hagas en tu vida, independientemente de que lo consideres un riesgo o no, debe ser pensando en que TÚ lo quieras hacer, no en cómo va a reaccionar la sociedad. Probablemente te critiquen, pero siempre recuerda que aquel que se valora lo suficiente para ponerse como prioridad, es el que es verdaderamente feliz. Haz que las opiniones de los demás te resbalen como jabón por las manos.

La rata dice:

Ante cualquier situación de riesgo en la que te acobardes, siempre, siempre, SIEMPRE piensa: ¿Y POR QUÉ NO?  Los miedos llegan hasta donde tú les permites, así que olvídate del fracaso, de la inestabilidad del cambio, del posible rechazo de los demás… de TODO. Si lo sientes, HAZLO.

Es TU vida, tú decides.

Los riesgos son la parte divertida de la vida.

Cambio y fuera.

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