Estar SOLOS y A SOLAS

En mi casa soy la mayor (lo cual representa todo un reto, los que son hermanos grandes me comprenderán),  pero mi prima siempre ha sido “mi hermana grande”. Es la persona a la cual acudo ante cualquier duda y con la que chismeo de todo. Intercambiamos ropa, historias, consejos… Y desde que tengo uso de razón somos muy unidas. Tuvo su primer novio a los 15, y desde ese entonces nunca ha estado sola. Desde ese primer novio todos en la familia adoptamos la costumbre de escondemos detrás de las cortinas para verla subirse al carro del galán, alegando a donde la va a llevar a cenar, o que película verán, o de que van a platicar mientras “garzean” (palabras de mi abuela). Fin tras fin la he visto salir con alguien, personas que a veces se convierten en sus novios, a veces no. Incluso he sido parte de sus salidas, la excusa para poder mandilonear un rato. Hasta hace poco llegaba cada Domingo a la comida familiar diciendo que ese fin había conocido al “amor de su vida”, quien pasaba por ella a su casa o a la mía horas más tarde. Conforme fui creciendo me di cuenta de que ella vivía literalmente en la expresión “un clavo saca a otro clavo”. Muchas veces, después de cortar, decía que lo único que quería era estar sola por un rato y disfrutar de su juventud, pero pasaba la semana y ya había salido con alguien más. Para mí, mi prima vivía en una especie de “turismo” emocional, un viaje sin fin en el que yo sabía que no era feliz, y lo que más quería en el mundo era darle un buen consejo, no solo decirle lo primero que se me viniera a la mente, pero para lograrlo tenía que entender por qué hacia lo que hacía y por qué no podía parar.

Y no fue hasta que me topé con un problema mío que llegué a la conclusión de su problema; para que puedan entender a lo que voy, pongo en paréntesis esta historia y les cuento un poco de la mía.

Como todos los demás, desde que soy niña he tenido mil sueños sobre lo que quiero ser cuando sea grande: he querido ser chef, arquitecta, diseñadora, periodista, investigadora, maestra.. Pero la decisión como tal la pospuse hasta que llegué al momento en el que tenía que elegir una carrera. Hice mil pruebas de aptitud, acudí a muchos consejeros vocacionales, y en todos lados surgieron las mismas preguntas: ¿Qué te gusta? ¿Para qué eres buena? ¿Qué te apasiona? ¿Cuáles son tus habilidades y/o debilidades? Con el simple hecho de escucharlas o verlas plasmadas en una hoja, mi mente se bloqueaba y lo único que salía de mí era un: “No sé”. Conforme vamos creciendo, vamos pasando por diferentes etapas, y yo en la adolescencia descubrí que NO tenía identidad. Me sentía perdida porque ESTABA perdida. No sabía porque hacia lo que hacía, por qué no tenía un color favorito o por qué me molestaba el sonido de las uñas cuando arañan un pizarrón. Me frustré al sentirme presionada para tomar una decisión tan importante porque no tenía las bases, que eran saber quién soy. Intenté numerosas veces concentrarme y dedicarme tiempo para conocerme, que era lo que todos me aconsejaban hacer, pero no podía poner mi mente en blanco, porque cada que lo intentaba, mi subconsciente me disparaba ochenta pensamientos que me distraían y así el momento se me escapaba.

Mientras me preguntaba por qué no podía concederme un momento para estar a solas conmigo misma, me vino a la mente por que mi prima no podía estar sola (sabiendo  que ella, al igual que yo, hacía su máximo esfuerzo por poner de su parte, aunque hasta ese momento ninguna de las dos había tenido éxito); Teníamos el mismo problema.

Somos nuestra mayor fobia.

No nos tenemos miedo, nos tenemos  pavor a nosotros mismos. El mayor temor del ser humano es el miedo a lo desconocido, y como somos completamente extraños a quienes en verdad somos, nos apanica tanto la idea de estar solos como la de estar a solas, porque nuestra magnitud es tal que tememos que nos pueda comer como el coco comería a un niñito.

El miedo a estar a solas hace que, así como solo usamos el 20% de nuestro cerebro, así sólo mostremos y convivamos con una muy pequeña parte de nuestro ser; conocemos solo lo superficial, y nuestra actitud ante la vida es similar a meter los pies al agua, sentir que está fría y no meternos por completo por miedo a enfermarnos. Ese miedo a descubrirnos, a romper esas barreras entre lo que verdaderamente somos y en lo que hemos sido moldeados, hace que conocernos sea una tarea no solo inconcebible sino aparentemente imposible de realizar, y es lo que nos lleva al bloqueo mental cuando nos preguntan sobre nosotros.

Debemos comprender que conocernos no es un acto mecánico; no existe un procedimiento a seguir, y no vamos a despertar un día sabiendo quienes somos o  teniendo claro que queremos de la vida, para que somos buenos o que nos apasiona.  Las respuestas no llegan solas. Lo que llegan son las oportunidades, que se presentan cuando no las buscamos, y lo único que debemos hacer es tomarlas.

En el camino caemos muchas veces ante la falsa creencia de que nos gusta algo que en realidad es el producto de los gustos de la sociedad, o que creemos nos traerá más beneficios materiales en el futuro. Probablemente estés realizando una actividad que consideras es la indicada por estos motivos. Puede ser también que ya estés realizando la actividad que te apasiona y no te has dado cuenta, porque te pierdes en cosas vanas a las que les das prioridad y pasas por alto esos momentos en lo que haces algo que te saca una sonrisa, que te libera de las preocupaciones y el estrés y que te deja un sentimiento de satisfacción y estabilidad por dentro. Si descubres que ya estas realizando esa actividad, o la oportunidad te llega y la tomas, te darás cuenta de que el simple hecho de realizarla no solo te hace sentir libre, también te libra del miedo a estar a solas. Lo disfrutas. Y si no resulta ser la actividad para la que pensabas que fuiste “moldeado”, tu deber es  romper el molde y comenzar desde cero siendo el escultor de tu vida.

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El miedo a estar solos nos lleva a buscar en la presencia de alguien más la forma de llenar el supuesto “vacío” que experimentamos cuando estamos solos, que no es más que un cúmulo de miedos. Le ponemos la etiqueta de “amor” a la primera persona que se nos cruza por el camino, y no solo le otorgamos prioridad en nuestra vida, sino que al momento en el que no pasa algo mas o nos damos cuenta de que no estamos satisfechos, cambiamos de persona y así pasamos la vida viviendo en la expresión de “un clavo saca a otro clavo”. Somos una tabla de madera, y viviendo así no nos damos cuenta de que antes de clavar cualquier cosa en la madera, tenemos que lijarla, pulirla, resanarla y pintarla para dejarla lista. Le restamos importancia a nuestra tabla y le damos prioridad a los adornos que vamos a clavar en ella, y cuando éstos se caen, no soportamos la idea de verla vacía y corremos a colgar algo nuevo, aún cuando muchas veces menos es más.

Debemos de saber amar a nuestra tabla después de haberla trabajado, y saber reconocer y aceptar que tiene tanto grietas como acabados perfectos, para así poder estar satisfechos con ella cuando está vacía, y así poder adornarla adecuadamente después; Darnos cuenta de que somos carpinteros de nuestra tabla tampoco es una actividad que siga un procedimiento mecánico. Al igual que perder el miedo a estar a solas, llega a través de las oportunidades que se nos presentan en la vida, y que nos llevan a vivir los momentos indicados en los cuales perdemos el miedo y nos abrimos a la idea de la soledad, y al aprender a disfrutarla, nos conocemos.

La vida está hecha de momentos, y los momentos surgen de las oportunidades.

Las oportunidades SIEMPRE llegan, a veces en el momento en el que crees que no hay solución alguna a los problemas, y se presentan en el momento y de la forma en la que más le conviene a cada persona; para mi prima, la oportunidad se presentó en sus prácticas profesionales, ya que la llevaron a separarse de la sociedad a la que estaba acostumbrada y a vivir SOLA. Y aunque pudo haber buscado a alguna persona con la cual llenar el vacío causado por sus temores, al hacer lo que le gusta y encontrarse en ese lugar y en ese momento, se dio cuenta de que quería y podía estar sola. Y tomó la decisión. Es SU momento, y a través de éste, se está conociendo y disfrutando a sí misma.

Para mí, la oportunidad se presentó al integrarme a un espacio donde puedo compartir con la gente lo que pienso y lo que siento, y eso es lo que me dio la confianza necesaria para perder el miedo y dejarme ser, porque cuando escribo estoy A SOLAS, y además de disfrutarlo, es un medio a través del cual me conozco, hago algo por y para mí y paso tiempo conmigo misma, que al final de cuentas, era lo que la gente me aconsejaba, solo que ahora comprendí que al buscarme no me podía encontrar, porque no somos un bien que se busca o encuentra, somos algo que sucede.

Estas oportunidades nos brindan el mismo sentimiento de andar por primera vez en bicicleta sin rueditas… LIBERTAD.

La rata dice:

En la vida, estamos perdidos. No busques encontrarte, porque no podrás hacerlo. Tu esencia se presenta en las oportunidades que te brinda la vida, y sabes que son para tí cuando sientes la corazonada. No las dejes ir por flojera, miedo, incertidumbre o cualquier otro motivo. Si sientes la chispa hacia algo, HAZLO. El sentimiento de la bicicleta sin rueditas llega por consiguiente.

Las oportunidades se presentan en el lugar y tiempo precisos, de la forma adecuada, y te llevan al momento INDICADO. Una vez que llegues a ese momento, VIVELO, y vívelo en el presente, porque no hay alguien más que , ahí y ahora.

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Cambio y fuera

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