En esta fechas, los cementerios adquieren un protagonismo preponderante.
Las posibilidades fotográficas de estos lugares son enormes pero por unas cuestiones u otras nos encontramos con un campo poco explotado por nuestras cámaras.
La arquitectura y el patrimonio artístico que encierran las puertas de un camposanto no deberían pasar desapercibidas para nuestras cámaras.
Entiendo que puede existir gente que no lo apruebe y, sinceramente, no me extrañaría teniendo en cuenta que en este país aun hay quien mira mal a un tatuado, ya no hablemos de hacer turismo en cementerios o de sacar allí una cámara.
En la mayoría de los panteones (al menos en México) no hay problemas para hacer fotografías.
En todo caso siempre es mejor asegurarse y preguntar o pedir permiso (no les vaya a pasar cómo a mi, que casi me cargo una multa de $500 pesos por no avisar antes).
A veces la propiedad es municipal, pero en otros casos puede pertenecer a alguna iglesia o ser privado.
No obstante hay una serie de reglas no escritas marcadas por el respeto y el sentido común.
No vamos a hacer retratos de desconocidos en pleno duelo por mucha leica que cuelgue de nuestro cuello.
No vamos a fotografiar nombres de lápidas o montar tripiés entorpeciendo el normal discurrir de la vida en el cementerio.
A cambio de guardar unas mínimas y elementales reglas de respeto y civismo podremos jugar con una serie de estructuras que no están explotadas fotográficamente y que no seremos capaces de encontrar en la calle.
¿No merece la pena?
Fotografías: Alyna Ramírez, Panteón Municipal Puebla