No Son Errores.

[dropcap size=small]N[/dropcap]o sé cómo lo vean ustedes, pero yo soy una fiel partidaria de la idea de “todo pasa por algo”. Experiencias, pruebas difíciles, momentos de insatisfacción personal, alegrías descomunales; son algunas de las cosas que nos pueden pasar a todos y cada uno de nosotros como personas pero más que nada como seres humanos.

Si pensamos que todas las cosas tienen una razón justificable no significa que no queramos aceptar la responsabilidad, sino que sabemos que –venga lo que venga- será con un fin: el de aprender. Hace poco me hice junto con una persona la siguiente pregunta: ¿por qué nos pasan las cosas que nos pasan? Y nuestra conclusión fue simple, las cosas pasan siempre con un propósito a veces un tanto abstracto pero siempre latente: el ayudarnos a crecer como personas.

Hace ya algo de tiempo hablé de cómo las personas que entran, salen o se quedan en nuestras vidas hacen algo muy similar, pero en esta ocasión trataré de tomarlo desde el punto de vista de acciones concretas. No siempre se puede hacer todo lo que queremos, y no sé si llamar a estas acciones como una obra del destino, ley de la atracción o casualidades, pero muchas veces esta fuerza desconocida nos hace actuar de una manera muy diferente a la que pensábamos que podríamos, o simplemente nos pone en situaciones muy difíciles e incómodas.

De alguna forma u otra siempre hay una vía de escape aunque tardemos en encontrarla, y al final del día podemos salir airosos –o casi airosos- de cualquier situación. No sé bien cómo explicarlo de una manera rápida y concisa pero de cierta manera el cómo reaccionemos afecta mucho a la manera en la que las cosas tomarán nuevamente su rumbo. Y una sabia persona me dijo una vez que alguien le dijo: “depende de los involucrados que las cosas no se vuelvan incómodas”. No sé porque pero de alguna forma esto me ayudó a entender muchas cosas.

Es más fácil ignorar lo que ocurre a nuestro alrededor y asumir que si no se trata de resolver legará un punto en el que se olvidará, y es probable que así sea pero no se podrá concretar aquel capítulo de nuestra historia y se derivarán algunos problemas. Siendo niños es más fácil olvidar lo pasado pero llega un punto en nuestras vidas en el que sabemos que las cosas ya no son así, ahí es cuando entra el factor más determinante: la madurez emocional.

No solamente se trata de lo que nos pase, de que tan incómodo se vuelva o hasta de cuántos salgan afectados por alguna acción, si no de que tengamos la madurez suficiente de buscar una solución efectiva para todas las partes. Por ejemplo cuando surge alguna situación inesperada con alguien más, es posible darnos cuenta del grado de madurez que tenemos al buscar juntos aquella tan deseada solución, es justo ahí cuando te das cuenta que ya no eres un niño o niña.

Honestamente siento que una de las cosas más tristes que nos pueden pasar es dar ese paso, porque dejamos atrás una etapa para llegar al mundo de la gente grande, aquellos que afrontan las cosas como se debe y que ya no huyen de las consecuencias que sus acciones generan. Este mundo de los grandes no se define por la edad, sino más bien  se define por  tener los suficientes pantalones para tomar las riendas de los errores y enmendarlos.

Nada en esta vida es fácil. No se trata de evadir aquellos golpes de aquella fuerza descomunal inexplicable  o destino, sino de afrontarlos cara a cara y guardarlos en nuestros corazones y almas, esos “errores” o “golpes” son una parte fundamental en el proceso de aprendizaje que podemos llegar a tener todos nosotros como seres humanos, nos ayudarán a crecer y a aprender a agradecer. No sé ustedes pero yo no me quiero arrepentí de nada que me haya pasado, fuese bueno o malo me ayudó a ser quien soy hoy y sí, en esta vida la vamos a regar muchas veces pero de eso se trata ¿o no? Se trata de que tomemos esos errores y volverlos algo positivo aprendiendo de ellos.

No son errores sino oportunidades de probar quiénes realmente somos. Si nos llegamos a equivocar sólo hay que portarnos como los grandes: hay que dar la cara y aceptar lo que ha pasado, de todas maneras no importa cuántas veces te caigas, sino que seas capaz de levantarte siempre una más.

Y… ¡Corte!

 

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