Dependencia socialmente aceptada: El noviazgo

Salen en forma de mil demonios, salen a cada momento y no se pueden exorcizar, porque el peor es el del miedo. Lo acepto, le tengo pavor a las relaciones amorosas.

Y sé porque, me conozco y por eso lo sé.

¿Se puede hablar de estar preparado?  No lo creo, estoy seguro que esas cosas no se buscan como lo dicen las tarjetitas de la papelería.

¿A quién engaño?  He tenido algunas oportunidades sin embargo me salgo con la mía y encuentro un enorme defecto que se convierte en el mejor pretexto.

En algunos momentos creo que mi vocación es la antropología porque me encanta ver el comportamiento humano no solo en México  sino también en otras culturas, quizás así trato de hallarle sentido a cómo y por qué constantemente buscamos atarnos y encontramos en la dependencia nuestro lugar.

Esa es mi respuesta, la fobia que tengo a depender de alguien para ser feliz, eso lo filosofe un dia que iba tarde a la universidad y llegue a la dura, cruda pero real conclusión de que el amor al fin de cuentas es eso, pura dependencia.

A hacer todo con la misma persona, tratar de encontrar a alguien que siga por el mismo camino que yo, provocar el deseo constante hacia el individuo que “elegí” para vivir el resto de nuestras vidas juntas.

A veces y solo a veces me pongo a pensar cuando tengo mucha tarea y pocas ganas de hacerla en que puede que no sea tan espeluznante como lo creo, en que quizá el laso al que conscientemente decidimos atarnos tiene su belleza en eso precisamente: el gran valor o gran estupidez que conlleva tomar esa elección.

Yo también espero un día encontrarme tan estúpidamente enamorado para hacer yo mismo todos esos nudos.

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