Albricias para Trisha Ziff

Querida Trisha Ziff:

Es realmente cautivador pensar en el conjunto de entes de luz que hemos visto a lo largo de nuestras vidas, y cómo estos definen el sentido de lo que decidimos observar.

Al ver los primeros minutos de El hombre que vio demasiado, intuimos que estamos a punto de presenciar algún tipo de fatalidad, algo que es real, gracias a los sonidos de las ambulancias, la cámara en mano, el recorrido hacia el lugar del hecho, y al final el disparo de la cámara fotográfica, para inmediatamente presentarnos a quien ha presenciado y fotografiado la desgracia humana en todo su esplendor: Enrique Metinides, quien  venturosamente se zambulló en la orbe de la tragedia, capturando diariamente 100 fotografías que formaban parte de la nota roja.

En la primera parte, cuando Metinides cuenta que su fijación por encuadres determinados de sus fotografías nació de cuando iba al cine y se dejaba fascinar por aquellas imágenes que contaban historias, se crea una diálogo muy interesante en torno a lo trágico entre imágenes en movimiento de determinadas películas e imágenes fijas tomadas por Metinides.

El documental tiene una edición magníficamente pensada y ejecutada, logrando apropiarse de la calamidad mostrada en pantalla, para darle un tratamiento de experiencia de vida a Metinides y a los periodistas que se entrevistan. Es una decisión bastante atrayente; la música no diegética que estiliza a las imágenes de una manera contraria a la aflicción.

La fotografía planteada para el largometraje es muy concreta en cada momento. Cuando se presentan las desgracias, generalmente son planos abiertos y en exterior; es una fotografía menos cuidada, mientras que para las entrevistas, principalmente cuando aparece Metinides, se aprecia un retrato con la luz situada de forma en que nos queda claro que lo principal es el hombre que ha visto demasiado.

Más allá de la forma y técnica del documental, es un soporte de imágenes en movimiento que habla acerca de la añoranza, del dolor a posteriori y del instante decisivo de la tragedia humana, no solo en la fotografía, sino en la existencia tan efímera a la que estamos atados.

Hace unos meses tuve la oportunidad de entrevistar a Metinides y a cada pregunta que le hacía, podíamos notar que es un ser humano lleno de sensibilidad, que el haber visto demasiado, lo hizo ver con el alma y no solo con la vista. No hay manera más elocuente y conmovedora de terminar el documental con la orden que da Metinides: “Otra pregunta, otra”. Todos en la sala queríamos hacerle mil preguntas más y descubrir quién es aquel que ha visto y sigue viendo demasiado.

Gracias, Trisha, por compartirnos el Eros y el Tánatos, a través de imágenes que estoy segura que se quedarán en nuestra memoria y que al ver alguna tragedia recordaremos sin duda a El hombre que vio demasiado.

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