#LaReseña: La Delgada Línea Amarilla

Una película mexicana que refresca la cartelera nacional y nos ofrece una historia sencilla pero con un trasfondo muy interesante.

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Hablar del cine mexicano es complicado; por una parte tenemos producciones hechas para generar taquilla aunque el producto sea únicamente comercial. Luego, por extraño que parezca, nos encontramos con cintas que realmente tratan de salirse del estereotipo creado alrededor del cine nacional y buscan, con su estilo, ofrecer algo diferente. La Delgada Amarilla es eso.

Con un gran elenco, encabezado por Damián Alcazar, escrita y dirigida por Celso García y producida por Guillermo del Toro, La Delgada Amarilla nos presenta la historia de “Toño” un hombre que ha perdido su trabajo de velador y por diferentes motivos termina siendo el encargad de pintar la línea en la carretera entre dos pueblos. Con él, un grupo de trabajadores interpretados por Joaquín Cosío, Silverio Palacios, Gustavo Sánchez Parra y Américo Hollande deberán cumplir con esta tarea relativamente sencilla.

En el camino deberán lidiar con los problemas de tener personalidades muy contrastantes (por ejemplo Alcazar y Hollande), además de las inclemencias del clima y lo peligroso que resulta estar en medio de la carretera y sin nadie que les ayude. En primera instancia y como se menciona en la película, podría parecer un guión sencillo sin más que ofrecer pero lo que tenemos es una cinta que nos permita explorar las personalidades e historias de cada uno de sus personajes sin profundizar tanto; sólo lo necesario para identificarnos con ellos.

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Uno de los aspectos positivos es que no abusa de la comedia, hay chistes y situaciones cómicas pero hasta ahí, no trata de bombardearnos con groserías o escenas típicas de una comedia mexicana, sino que sabe cuando romper la seriedad para relajar un poco lo pesado que podría ser ver a un grupo de trabajadores “pintar una linea amarilla”. El drama está presente y la calidad de los actores se hace notar, una vez más Alcazar nos entrega un trabajo de diez.

El problema se presenta cuando la película decide exagerar, por decirlo así, el dramatismo que se oferta; cada uno de estos personajes cuenta con su propia problemática que los obligó a aceptar el trabajo y de alguna u otra manera es aceptable (o creíble) pero cuando se opta por la situación forzada (no diré cual) para hacer que el espectador sufra o se conmueva se pierde la magia que venía construyendo y termina siendo un producto que traiciona su propia filosofía: la naturalidad.

Aún con la anterior, La Delgada Amarilla es un verdadero tanque de oxigeno para un cine mexicano estacando en hacer lo mismo una y otra vez. Da gusto ver a nuevos directores como el caso Celso García que se atreven a salir de la zona cómoda y hacer una cinta con un estilo poco visto México. Puede que se haya inspirado en otros trabajos para crear el suyo pero el mérito recae en hacerlo en este 2016 donde las (pésimas) comedias románticas mexicanas son el pan de cada día y la calidad en los actores se ve remplazada por su “popularidad”.  Como dije al principio de esta crítica, este es el cine que merecemos y necesitamos. Con todo y sus fallas La Delgada Amarilla levanta la mano por México y nos invita a darle una oportunidad a este tipo de historias. Altamente recomendada.

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