¿Qué hace tan especial a Blade Runner (1982)?

Antes del cambio de cartelera cinematográfica semanal, tenía contemplado el asistir a algunas funciones de la segunda temporada de “Regresan los clásicos” en cierta cadena comercial. La película que tenía agendada era Blade Runner (1982) que hace un buen tiempo había visto, pero que como pasa con amistades de la infancia, daban ganas de volverse a encontrar.

Sin importarme que haya tomado la decisión de ir al cine sin compañía como es usual en mi caso (Caso de estudio de un futuro artículo) fui a ver una de las más alabadas producciones del director estadounidense Ridley Scott. Curioso que mientras escribo recuerdo que justo la última película que vi en una sala fue The Martian (2015), mismo capitán de esta nave.

Blade Runner está basada en la novela ¿Sueñan los Androides con Ovejas Eléctricas? (1968) del escritor y novelista estadounidense Philip K. Dick.

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Después de soportar la nada breve tanda de mensajes publicitarios que en nuestros tiempos inundan la antesala de la función principal, la sala oscurece y como era costumbre en las producciones ochentosas visualizamos primero los títulos de los responsables de lo que veremos los próximos 120 minutos en pantalla para, ahora sí, ver una cortinilla de créditos iniciales que dictan algo así:

“A principios del siglo 21, la CORPORACIÓN TYRELL avanzó en la evolución robótica con la fase NEXUS – un ser virtualmente idéntico a un humano – conocido como Replicante.

Los NEXUS 6 Replicantes eran superiores en fuerza y agilidad, y al menos iguales en inteligencia a los ingenieros genéticos que los crearon. Los Replicantes fueron usados en el fuera de órbita como mano de obra esclava, en exploraciones de riesgo y colonización de otros planetas.

Después de un motín sangriento por un equipo NEXUS 6 de combate en una colonia fuera del planeta, los Replicantes fueron declarados ilegales en la Tierra – bajo pena de muerte.

Escuadrones especiales de la policía – UNIDADES Blade Runner – quienes tenían órdenes de disparar a matar, al detectar cualquier Replicante.

Esto no se llamaba ejecución. Se llamaba jubilación.”

Todo lo anterior acompañado y orquestado por un misterioso fondo musical repleto de notas electrónicas altas y ostentosas que, como una danza tipográfica hipnótica nos acompañan de la mano a un pestañeo futurista cyberpunk que se remonta a Los Ángeles en el año 2019.

Vale pues, no les haré crónica de toda la película. Si usted ya ha visto este filme podrá adivinar el contexto de la obra y si no lo ha hecho, recomiendo ampliamente la película en reseña; más sin embargo espero no continúe leyendo para evitar mi posible desazón del filme.

Lo que me gustaría comentar en este espacio reside en la importancia en el contexto que se plantea dicha producción que cabe recordar, en su tiempo no supo ser valorada pero que con el paso del tiempo se ha vuelto un pilar dentro del cine de sci-fi moderno, así como de diversos subgéneros que también están presentes y forman la esencia del filme como la novela policiaca, el film noir y la estética cyberpunk que anteriormente comentábamos.

A lo que voy con todo esto, ¿Qué es lo que hace tan especial a Blade Runner? ¿Serán sus fascinantes escenografías?, ¿Su apantallante diseño de arte?, ¿Su pulcra cinematografía?, ¿Las actuaciones surreales y el encanto de cada personaje?, ¿El score de Vangelis? o ¿La precisa dirección de Scott? Pues básicamente el conjunto de estos elementos forma una película de culto que sigue cautivando al público hasta el día de hoy.  Pero hay algo más.

Al hacer un análisis cercano e innegablemente la base del guión en esta obra reside en el existencialismo de los personajes dentro de la trama, el cuál traspasa la cuarta pared y nos hace cuestionarnos los orígenes de nuestra realidad. Es tal vez esto lo más valioso que nos deja la película; la inquietud de una raza de conocer a su creador, saber su tasa de mortalidad y la necedad de la especie por sobrevivir a pesar de las circunstancias que lo rodean.

En la película, los NEXUS son piezas superiores de ingeniería robótica que gracias al implemento de recuerdos los hace cada vez más difíciles de diferenciar de un humano. Y es que tal parece que lo que nos quieren decir es que los recuerdos son lo que nos hace lo que somos. Un claro ejemplo es Rachel (el personaje de Sean Young) y el antagonista Roy Batty, quienes demuestran en momentos clave a través de sus sentimientos que, al igual o más que nosotros: odian, temen, dudan y aman.

Desde su lanzamiento se ha especulado sobre si Deckard es o no un Replicante (en mi humilde opinión no lo es). ¿Porqué? Porque a lo largo de la trama conocemos a personajes más humanos que aquellos que en realidad lo son, limitado por el tiempo que estos Replicantes tienen de vida física, más no mental en base a los recuerdos implantados. Es un personaje desarrollado hasta el más mínimo detalle: podemos apreciar su desprecio por una vida común así como su negación a aceptar el trabajo de Blade Runner de vuelta, se ve afectado por cada retiro y en más de una ocasión es visto con actitudes infantiles y curiosas con respecto a lo que sucede a su alrededor.

Asimismo, el subconsciente de Rick Deckard sufre las consecuencias de sus acciones; siendo un Blade Runner ha sido salvado por una Replicante, aparte de tener sentimientos hacia ella. La moral y ética del personaje de Ford se encuentra en conflicto. Y a pesar de todo esto el verdadero protagonista es Batty, el Replicante, quien a través de su discurso definitivo da una explicación humana y acertada (dentro de la temática sci-fi de la historia) acerca de nuestro paso por la existencia:

“He visto cosas que los humanos ni se imaginan: naves de ataque incendiándose más allá del hombro de Orión. He visto rayos C centellando en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas bajo la lluvia.

Aquí lo interesante: Todos somos Replicantes en busca de respuestas. Seres y cruda materia que existe en el universo, planteándose hipótesis acerca de sus raíces pero que sigue sin conocer su propósito dentro de éste y que vive y se esfuma a través de algo tan relativo como el tiempo.

Llama la atención que es esto por lo que un filme como Blade Runner sea tan valioso en estos días. Tal parece que la sensibilidad que nos caracteriza y nos hace humanos se ha ido perdiendo con el paso del tiempo, más ahora con el caos mundial que incluye conflictos bélicos, políticos y sociales (éstos siempre han existido, pero gracias a los medios de comunicación modernos su relevancia es inmediata y tiene un impacto mayor en la población). Sumémosle que vivimos una época en donde la tecnología avanza a cada momento (los androides, robots e inteligencia artificial, aunque no son comunes, son una realidad). Tal vez ese escenario apocalíptico de Los Ángeles 2019 no sea tan lejano.

En aspectos técnicos de la película solamente diré que mi viejo Ridley Scott ya no es lo que era. Pinturas en movimiento, estética visual impecable y una dirección con un ritmo por demás preciso (Cada fotograma alimenta con más y más información al público de lo que sucede). Sería realmente injusto realizar una comparación de éste y su último trabajo (The Martian, 2015) por lo que me reservaré en esta ocasión.

Les comparto otros aspectos a evaluar que el usuario The Nerdwriter desglosa en YouTube para una mayor comprensión de la obra:

Obviamente hay muchos aspectos a evaluar pero no basta el tiempo y hay que dejar un poco de reflexión para que ustedes mismos profundicen en ella. Despido esta reseña/análisis con esa frase de Gaff a Deckard: “It’s too bad she won’t live! But then again, who does?”

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