La paciencia, principal habilidad en la era de la inmediatez.

Chiquillos y chiquillas, bienvenidos a esta nueva entrada. Hace no mucho me dijeron que debía ser paciente, la verdad es que me provoca ansiedad jajaja, porque por todos lados hay presión, social, familiar, la que más afecta es la que uno mismo se inflige, entonces pienso que en el mundo tan acelerado que nos rodea, la paciencia se ha vuelto la habilidad virtuosa.

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Los de mí camada recordarán que algunos años atrás, cuando el ordenador tardaba en encender, y la conexión al internet tardaba algunos minutos en completarse, mientras escuchábamos los soniditos, sabíamos que había que esperar pacientemente a que todo funcionara, no le pegábamos, no la maldecíamos, sólo aguardábamos a que sucediera el milagro de la tecnología.

Ahora, al tocar los botones y no hay reacción inmediata, o nuestros miles de aparatos tecnológicos no prenden rápido, o el teléfono, tablet o computadora se queda “pensando” segundos de más, uno se quiere volver chango, porque tarda tanto y nosotros, aunque no tengamos prisa, queremos que encienda YA, sólo porque sí.

Los niños que aprenden a jugar con una tablet antes de aprender a hablar y que a todo le quieren pasar el dedo y que reaccione de inmediato. Esos niños que apenas tienen hambre y los padres los llenan de bocados o quieren algo y si no se los das YA empiezan con los berrinches monumentales; esas criaturitas que hoy se tiran al suelo porque los papás no los obedecen en el momento, se convertirán en jóvenes con poca tolerancia a la frustración.

Y que tal los celulares, no has utilizado lo suficiente tu “smartphone” pero ya estás esperando la nueva versión. Y que tal las malditas palomitas del whatsapp, “ya le llego… Ya lo leyó… ¡Por qué no contesta, YA!”.

La inmediatez, la urgencia, todo es para hoy, para YA; no damos tiempo a las reacciones; laboralmente, si el jefe no ve un resultado inmediato no funciona y hay que cambiar. Si estás en alguna actividad física y nos ves cambios, casi al otro día de haber empezado, quieres renunciar. Vivimos en el desasosiego, no estamos conformes, queremos que todo suceda al tronar los dedos, la perseverancia va quedando atrás.

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No se les hace que ahora el tiempo es una forma de control del consumismo, la navidad se anuncia casi a mediados de año, mientras las otras tradiciones pasan en un abrir y cerrar de ojos. El marketing que desea respuestas inmediatas, el uso de las redes sociales ha exacerbado la necesidad de las empresas por saber si han funcionado o que cambios se deben hacer y hacerlos YA, tiempo es dinero dicen los marqueteros, el tiempo es parte del capital.

El sociólogo francés Gilles Lipovetsky afirma que nos valemos de lo efímero, de las modas; las nuevas generaciones son más desarraigadas incluso de ideologías, de ahí que cada día aparezcan nuevas tribus urbanas, y así como aparecen ya le espera una nueva detrás.

La velocidad a la que vivimos reduce nuestro tiempo de vida activa, no porque seamos viejos e incapaces, sino porque se le da menos valor a la experiencia, aunque nos refugiamos en cultivar el interior, sin embargo, no deja de provocar incertidumbre el paso del tiempo. Esta acelerada vida nos da placer efímero y es causante de angustia. No es el tiempo que pasa más  rápido, es nuestra urgencia por vivir, nuestra ansiedad por el futuro.

Aún así se alargan las horas de trabajo, se acortan las de ocio, y esas horas nos preocupamos por hacer actividades de valor (de tiempo no de disfrute, es decir, para no perder el tiempo).

Por eso los niños “de ahora” si quieren algo, lo quieren ya. Y, nosostros, por cubrir la urgencia no les hacemos ver que todo lleva tiempo, que debe haber paciencia. Así al llegar a su vida adulta no se descepcionarán porque las cosas no pasan cuando ellos las desean, que definitivamente, la vida no es una tablet de última generación a la que se le dicta que se quiere y de inmediato aparece.

Y nosotros los adultos (guión jóvenes jeje) deberíamos ser más pacientes para desacelerarnos, para disfrutar los logros y no sólo querer más y más. Para saber que las cosas llegan en su justo momento y que si no tenemos las mil actividades que otros presumen en sus redes sociales, las que tenemos las podamos gozar, que ser lo que somos nos satisfaga y no vivamos efímeramente.

Brenda A.

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