Es muy común escuchar a los padres decir a sus hijos “un hombre no llora”, ” una niña se ve fea llorando” o “sé fuerte, no llores”, entonces, al crecer, nos manifestamos condicionados por lo que nos han enseñado, que, por lo general, es reprimirnos.
Así, hemos dado un significado poco positivo al llanto ya que nos vulnera ante los demás, pero no nos damos cuenta que en ocasiones nos conecta y permite estrechar o reforzar vínculos emocionales con otra u otras personas.
Llorar para demostrar una emoción o sentimiento no es nada sencillo, ya que para hacerlo debemos quitar lo negativo y aceptar que es una acción MUY humana y quien lo hace sin temor a ser criticado tiene una inteligencia emocional más desarrollada que los que aguantan por mostrar “fortaleza”.
No se llora sólo por dolor físico, también de felicidad, tristeza, angustia, enojo entre otros. Esconder nuestras emociones puede ser una estrategia funcional en áreas de nuestra vida como la laboral, pero poder hacerlo con personas de confianza como la familia, amigos o pareja genera empatía, refuerza, incluso, crea vínculos de cercanía.
A veces cuando “ya no podemos más” es relajante. Dejar fluir la emoción en forma de lágrimas no es una debilidad, es HUMANO y enseñar eso a las nuevas generaciones los hará más empáticos y libres de mostrar sus sentimientos sin miedo a ser juzgados.
Y a los que nos enseñaron que llorar “no es bueno” debemos reconsiderar que no guardar las emociones nos hace liberarnos del estrés, es sano para el cuerpo emocional y nos hace humanos.
