La derrota del adiós

Los seres humanos han sido nómadas desde el principio de los tiempos; iban de un lado a otro, recorriendo horizontes desconocidos, despertando día tras día con hermosos y cambiantes amaneceres buscando un lugar donde establecerse, y para poder considerarlo como indicado, dicho lugar debía satisfacer todas sus necesidades. Cuando lo encontraban, se volvían sedentarios y sembraban ahí sus raíces. Y así pasaba el tiempo, hasta que llegara el momento en el que sus necesidades cambiaran, lo cual es inevitable porque a medida que corre el tiempo nuestros requerimientos crecen junto con nosotros, y al igual cambian, por lo que debían convertirse en nómadas de nuevo y emprender el camino hasta encontrar un nuevo lugar indicado.

Y a la fecha eso es lo que hacemos: Nos establecemos en un lugar que satisface nuestras necesidades; la zona de confort en la que creamos nuestra rutina, y la seguimos y llevamos una vida cómoda, relajada. Nos embona como un zapato hecho a la medida. Pero llegará el momento en el que ese lugar no nos quede más; esa zona de confort irá apretándonos poco a poco, como un zapato que nos comienza a molestar porque nuestro pie ya creció, y es cuando nos veremos en la decisión de quedarnos aunque nos moleste, por miedo a salir de esa zona y auto realizarnos, o dejar ese par y atrevernos a recorrer el mundo en busca de mejores condiciones y un nuevo lugar, uno donde podamos volver a sentirnos en casa, y con un par de zapatos nuevos con el que nuestros pies tengan libertad de movimiento.

Ese es el momento que me está tocando vivir; el zapato me quedó chico y me comenzó a molestar, dejando una que otra ampolla…Eran mis zapatos favoritos, no sólo por su diseño, sino por cada uno de los momentos que vivieron conmigo; Me apegué a ellos y a lo que conllevaron, y eso fue lo que hizo complicado tomar la decisión de dejarlos. Por un momento llegué a pensar que si me aguantaba la molestia podría retener esa felicidad y esos momentos que viví con ellos, porque creía que el hecho de dejarlos implicaba dejar ir eso también.

Y resulta que si soy muy apegada; tiendo a crear vínculos con la gente y me cuesta mucho trabajo desprenderme.  Esto causó sentimientos encontrados en mí, por lo que al sentirme feliz y entusiasmada por irme, el simple hecho de pensar en despedirme de todas las personas que formaban parte de mi zona de confort como mi familia, mis amigos o mis conocidos, y que han sido piezas clave en quien soy hasta el día de hoy, me llenaba los ojos de lágrimas y me dejaba bloqueada.

Además, no confío en la palabra “adiós”; la considero mal intencionada, doble cara, con aires de mucha grandeza y con constante amenaza de ser permanente. Por estas razones, trato de omitirla de mi vocabulario.

Entonces, ¿Cómo partir sin despedirme?

Y fue precisamente este grupo de personas el que me dio el mejor regalo que pude recibir en ese momento: al abrir la caja me encontré con la sabiduría y el amor que requería para comprender que no los estaba dejando, que nunca podría hacerlo, porque ya son parte de mí; que aunque ya no vayan de la mano con mis zapatos favoritos, acompañándome físicamente en cada paso que doy, los llevo tatuados en mi ser con tinta indeleble.

De cada uno de ustedes he aprendido mucho. A cada uno lo admiro, y lo más importante, a cada uno le agradezco, y estoy en deuda permanente, por permitirme compartir su tiempo conmigo, por ofrecerme su amistad, su cariño y su amor, así como por haber aceptado el mío. Siempre ha sido totalmente genuino.

Gracias.

Estoy consciente de que el apego hace de las separaciones algo difícil, porque en parte lo son, pero quisiera que tuvieran en cuenta que al final del día no son tan relevantes porque sólo son físicas, y los vínculos que hemos establecido son en cambio inquebrantables.

Hemos creado momentos maravillosos, tanto en las buenas como en las malas, y me enorgullezco demasiado porque al apreciar desde lejos y de una manera más general mi vida hasta ahora, puedo ver que es el cuadro más interesante y hermoso que jamás haya existido.

Cada momento es una pincelada, y cada uno de ustedes es un color.

Han quedado plasmados en mi cuadro por y para siempre, y le han dado todos los matices y contrastes necesarios. Ahora es tiempo de plasmar nuevos colores a través de otras pinceladas, pero me encuentro tranquila porque sé que su color siempre va a estar disponible para seguir pintando cuando y como se requiera.

Tengan en mente que siempre van a contar con una provisión ilimitada de mi color: hoy, mañana y siempre.

Junto con este descubrimiento, me di cuenta de que lo más importante es mi bienestar y mi comodidad, ya que son prioridades, y por más bellos que hayan sido esos zapatos, es tiempo de obtener un par nuevo y emprender el recorrido.

Y me siento demasiado entusiasmada por emprender este viaje, porque creo que es lo necesario, lo correcto y lo indicado; necesario porque es momento de comenzar a luchar por mi independencia, correcto porque mi corazón y mi mente coincidieron con mi decisión, e indicado porque me siento segura en el rumbo por el que hoy inicio este viaje. Digo que me siento segura del rumbo porque sé que no es posible estar segura de él, porque es impredecible; y no me asusta en absoluto esa idea.

Es por eso que me rehúso a decirles adiós. No es una despedida. Independientemente de las circunstancias, el tiempo o la distancia, estoy consciente de que hemos hecho un gran trabajo, y sé que con todos estos factores, sus colores se impregnarán más en mi lienzo y cobrarán un color cada vez más vivo.

Olvídense del adiós, olvídense del hasta luego; Ninguna de las dos saldrá de mí.

Sólo recuerden que los quiero mucho.

MUCHO.

kalot pintora

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