Mi cambio de piel.

No muchos lo saben, pero sentirse cómodos en su propia piel es una de las cosas más difíciles del mundo. Hay cosas que no nos gustan y en realidad nos hacen sentir incómodos, no hay nada más feo que sentir que no pertenecemos ni a nuestro propio cuerpo; es lo más tardado para algunas personas y es algo que no debería pasar.

Yo, personalmente; les puedo decir que me tomó casi 20 años aceptarme completamente y darme cuenta de que no tengo otro cuerpo, ni otra cara pero lo que sí puedo decidir es la cara con la que me ven quienes me rodean. Es algo muy básico, a menos que te quieras someter a un procedimiento quirúrgico –con todo y sus riesgos- hay otras maneras de “arreglar” esas cosillas que no nos gustan, pero yo creo que es mejor acostumbraros a la idea de que así nos tocó vivir.

Podríamos utilizar aquí una metáfora, esto es como si fuéramos serpientes y cambiáramos de piel: dejamos atrás todo aquello que no nos gusta para ser la versión más nueva y mejorada de nosotros mismos. Igual y no es un ejemplo muy agradable a la imaginación pero cumple con todas las características que necesitamos tener, debemos mantener nuestra esencia y aún más que otra cosa necesitamos sentirnos cómodos con nosotros mismos.

Renacer, cambiar de piel, mejorar, llámenle como quieran pero háganlo. Cada uno de nosotros es cómo un fénix, tenemos la capacidad de renacer de entre las cenizas y nada nos puede –ni debe- detener. Si hiciéramos aquí una serie de preguntas sobre que no les gusta o que cambiarían de sus personas la lista de características o cualidades sería inmensa, sean físicas o no visibles para las demás personas; y no debería de ser así.

Creo que ya lo he mencionado antes y lo mantengo, somos historia, cada característica que poseemos cuenta una historia y demuestra nuestra herencia, las cicatrices son historias que hablan por sí solas de las historias más valientes o tal vez de caídas que demostraron la mayor fuerza de voluntad que alguna vez reunimos (las caídas torpes solo nos hacen más humanos, pero claro; se vale ser torpes), nuestra manera de pensar no es más que el fruto de todo lo que nos rodea y nos ha afectado de manera directa aun sin darnos cuenta.

Lo mejor de eso es que somos el reflejo de todo lo que nos ha marcado, desde un corazón roto hasta la pérdida de un ser amado, del mejor chiste que hayamos escuchado a una frase de nuestro autor favorito, todo eso es lo que nos hace y nos mantiene pegados a la tierra –aunque puede que la gravedad también ayude un poco, pero sigo siendo escéptica-. Lo que hoy no nos gusta puede llegar a ser nuestra cualidad más fuerte, lo que otros admiren en nosotros; lo único difícil aquí es aceptarlo, abrazar a nuestras rarezas y amarlas con toda la pasión que tengamos en nuestra alma.

Sí, sentirse bien en nuestra piel no es fácil, no es fácil estar consciente de las cosas a las que llamamos fallas o defectos, lo que sí es fácil es seguir odiándolas y de eso no sale nada bueno ya que no lo cambiamos ni hacemos algo para arreglar el “problema”. Es muy fácil seguir en esa etapa de ‘self-pity’ (o auto-lástima), victimizarnos e incluso pregonar eternamente las razones por las que el universo está en nuestra contra y que todo es un complot de los aliens para controlarnos y bla bla bla, pero aceptémoslo; esa gente da flojera, no inspira a quienes lo rodean, no logra llegar a nada beneficioso en su vida por estancarse en lo negativo.

Me consta que de alguna manera se siente casi imposible no tenernos lástima, desde mi muy personal experiencia podría decirles que lograr aceptarnos es un camino que debería ser sencillo y siento que lo puedo resumir en los siguientes diez puntos:

  1. Aléjate de las personas que no te traigan beneficios, rodéate de personas que sean exitosas.
  2. Tres palabras: SENTIDO DEL HUMOR.
  3. Acepta que todos somos raros a nuestra manera y que es lo más divertido que nos pudo pasar.
  4. Tenle cariño al empaque que te tocó (tu cuerpo).
  5. Sonríe.
  6. Sé agradecido y pon en práctica las palabras mágicas: por favor, gracias, de nada, etc.
  7. Siéntete cerca de dios o en lo que creas, pero siempre ten algo en que creer.
  8. Date cuenta del impacto que generas en los demás y el que quieres generar.
  9. Cuídate, haz ejercicio y come bien no por estar delgado/delgada sino más bien por estar saludable y tal como dice Demi Lovato “no sacrificaré mi salud mental por tener un buen cuerpo”.
  10. Pon en práctica el siguiente mantra al verte al espejo en las mañanas: gracias mamá y papá por crear este bombón.

Créanlo o no, aunque nosotros estemos conscientes de que igual y no tenemos el mejor cuerpo del mundo tenemos complejos, los altos no quieren ser altos y los chaparros tampoco, pero si no son delgados son gordos en cambio si son delgados son muy delgados, todas esas cosas que nos van llenando el costal de granitos de arena. Puede que no sean pesados en sí pero eventualmente ese granito se vuelve un costal demasiado pesado para cargarlo y es entonces que tenemos que deshacernos de él y seguir adelante.

No muchos saben pero mi adolescencia fue chocante, cuando era niña fui mucho muy delgada (de hecho a la fecha veo fotos y me da hambre de solo verme) pero comía excesivamente bien, a nivel personal me sentía feliz hasta que me comenzaron a llegar comentarios como “¿Cuánto pesas? Aaah, es que tu mamá cuando se casó pesaba menos que tú” o el basiquísimo de “sigue cenando y vas a quedar como tal persona”. Primero muy delgada y luego más gorda que mi mamá cuando se casó, no me sentía cómoda; era como si mi entera existencia dependiera de complacer lo que los demás querían que fuera mientras seguía siendo comparada con quienquiera se atravesara frente a mí por el juez más duro de todos: yo.

Todos lo saben, el crítico más difícil de todos somos nosotros mismos, así como somos quienes tienen la capacidad de avanzar o retroceder y básicamente de salir de ese abismo de críticas. Dejé de preocuparme de lo que pensaban de mí, seguí esos diez pasos y llegué a la conclusión de que así soy feliz, nada ni nadie me puede quitar eso que aprendí con lágrimas y humor. ¿Si soy así o asá a ellos qué les importa? Ahora sé que la piel que habito es la única que tendré de aquí a que me muera y eso solo me hace querer honrar más este santuario que me tocó, le doy mantenimiento y arreglo eventualmente sus goteras, ventanas rotas y pisos botados; haciendo que cada día que pase en él sea mejor que el anterior. Cambiar de piel es ser la mejor versión de mí que pueda existir, por eso digo que vale la pena.

Au revoir!

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