Los silencios son parte de nuestra vida diaria, no siempre notamos que están ahí pero es algo que no se puede evitar. Podemos verlos como algo inevitable en nuestras vidas, no siempre podemos estar rodeados de ruido, las distracciones llega un punto en el que se evaporan y es cuando llegamos a tener un poco de paz mental. Pero ahora vamos a tratar los silencios como algo más específico: silencio entre personas.
Puede que diciéndolo así nomás no encontremos relación con aquel tipo de situación pero aquí les va, por más que dos personas hablen llegará un punto en el que terminen por guardar silencio y ahí nos podemos dar cuenta de algo: si el silencio se vuelve incómodo o es algo placentero –algo con lo que nos lleguemos a sentir cómodos-.
Cuando sucede la primera opción es por algo demasiado simple, no tenemos la suficiente química con dicho individuo, puede que sea porque no nos sentimos cómodos o hasta porque no nos llevamos bien con ellos o ellas –ese es uno de los peores silencios cuando tenemos que hablar forzosamente con alguien que no nos cae bien-, siendo honestos es muchas veces hace nuestros momentos un tanto incómodos.
En cambio si nos ponemos a pensar en la segunda opción las razones pueden llegar a ser infinitas, una vez hasta leí que cuando no hay silencios incómodos entre las personas es porque de verdad hay un amor real o hasta un cariño sincero. La más simple y básica que puedo encontrar es que hay un nivel de compatibilidad razonable, no nos molesta que haya momentos de silencio de hecho nos sentimos cómodos tanto con la compañía como la situación, es como dicen: un silencio dice más que mil palabras –OK yo sé que es en teoría la mirada pero síganme la corriente-.
Yo creo que aquellos momentos de silencio valen la pena cuando estás con alguien que los hace especiales, como cuando están con su mejor amigo o amiga y no necesitan palabras para entenderse; nuestra compatibilidad está casi al máximo cuando esto pasa y de cierta forma es interesante ya que nos sentimos cómodos en cada aspecto posible. Es increíble esto, sentirse cómodo con la compañía, el ambiente, el trasfondo de la situación y hasta con la relación que llevamos con aquella persona.
Todo está a máximo y es uno de aquellos momentos que nos completan como seres humanos. Por más cursi que suene son de esos momentos que quisiéramos congelar o incluso revivir, de aquellos pequeños pero significantes momentos que simplemente nos encantan. Todos y cada uno de nosotros contamos con un historial de aquellos momentos, y cada que pensamos en ellos podemos relacionar aquellos acontecimientos directamente con individuos y con una gama increíble de sentimientos y sensaciones que atesoramos, instantes con los que nos dimos cuenta que hay veces en los que las palabras sobran y no pudo haber nada mejor que haber disfrutado aquel momento al natural: sin distracciones.
Llegar a saborear esos momentos bajo dichas condiciones es algo idílico, algo con lo que cualquiera se puede sentir feliz y pleno, algo que podemos disfrutar en cualquier etapa de nuestras vidas, de hecho si hacemos memoria nos podemos dar cuenta que desde que tenemos uso de razón han existido este tipo de situaciones en nuestra vida diaria, desde un momento con nuestras familias hasta un momento de complicidad con amigos. No hay forma de verlo como algo malo, el silencio es un elemento clave de los pequeños grandes momentos de nuestras vidas, si me lo preguntan a mí no creo que haya nada más bello que un momento de silencio.
En el silencio podemos encontrar de esos instantes que nos marcan la vida, instantes que nos pueden ayudar a crecer como personas o hasta a comprender el tipo de relación que tenemos con los que nos rodean, son situaciones con las que nos podemos dar cuenta de lo que nos rodea y forma parte de nuestro entorno, de nuestro camino y de nuestra vida entera. Quiero creer que no soy la única que siente y que considera bellos, importantes e impredecibles aquellas circunstancias y que piensa que el silencio habla cuando las palabras no pueden.
Au revoir!
