Desde dejarnos la mejor sensación del mundo hasta una pequeña o muy grande cicatriz, todos y cada uno de ellos nos han dejado de todo y esa es una muy buena excusa para no guardar rencores ni corajes. Personalmente me costó trabajo entender esto, ¿cómo era posible que muchas personas se alejaran de mi vida sin razón alguna? Sí, es difícil sentir que muchas personas se acercan y sin decir nada se van de nuestras vidas.
En algún punto de mi vida me llegue a preguntar una y otra vez si había sido mi culpa, si yo hubiera podido hacer algo para evitar la partida de éstas personas o hasta, si acaso; se pudiera haber hecho esas partidas menos notorias.
Pero la verdad es que no se puede, por más que lo intentemos no podemos hacer que alguien se quede en nuestras vidas, y hasta no se puede evitar el salir lastimados de estos encuentros, cada pequeña cortada o moretón que nos dejen estas acciones de la vida en nuestras almas, son experiencias y nos van a ayudar a que en un futuro no nos pase lo mismo. Nos ayudan a ser las personas que somos y hasta a forjar el quiénes seremos en un futuro, formarán parte de nuestro carácter y nos recordarán que su existencia la tenemos que atesorar, aferrarnos a éstas y a seguir adelante con nuestras vidas.
No es sano para nadie quedarse estancado pensando en los que ya se fueron, es difícil pero hay que seguir adelante, y como ya dije; aferrarse a lo que nos dejaron sin dejarnos ganar por el enorme peso del recuerdo, hay que pensar que las memorias y los recuerdos (tanto buenos como malos) nos hacen quienes somos.
“¿Quieres decir que prefiere imaginarse a sí misma relacionándose con alguien ausente que formar relaciones con los que la rodean?”
Esto aplica en todas las áreas, romántica, personal y hasta laboral. En mi caso, como muchas personas; me llegué a preguntar el por qué entraban tantas personas a mi vida y justo cuando ya me hacía a la idea de que se iban a quedar, se iban.
¿Cómo le explicamos al corazón todo eso? No es como que podamos decir: “Hola corazón, oye; esas (inserte número) personas que llegaron en los años pasados ya se fueron, no quisieron nada con nosotros y nos va a doler eso.”. Es posible que otras partes de nuestro ser si lo comprendan y es algo que cala mucho y nos da unas sensación: nuestra vulnerabilidad, que al haber entregado todo; hace que sintamos más aquel “rechazo”, nos sentimos tan abatidos que muchas veces si se nos presentara la opción de rendirnos, sin ninguna duda; la tomaríamos.
Y debido a nuestra vulnerabilidad como seres humanos, llegamos a sentirnos mal o culpables por algo que simplemente no estaba destinado a ser. Si ya van “X” número de personas que entran a nuestra vida dando la ilusión que se quedaran, no es nuestra culpa si ese “algo” no pasa. Hace poco hablé con una amiga y le conté que, siendo honestas; a veces me ganaba ese sentimiento de tamaño bebé (o chiquito) de culpa al darme cuenta de que ninguna de las personas que me habían hecho creer la ilusión de que me querían, se habían quedado en mi vida como para lograr hacer eso una realidad.
Ella me dijo algo que yo ya sabía, pero es de esas cosas que tienen que, a veces; tienen que hacértelas recordar:
“Todas las personas entran en nuestras vidas por una razón, no es necesario que se queden en nuestras vidas para que la experiencia valga la pena. Todos y cada uno de ellos tocan nuestras vidas de cierta forma que, nos guste o no; nos hará crecer de cierta forma.”
Wow, honestamente me hizo recordar y recapacitar esa cosita tan cierta, no tenemos que recriminarnos algo que nunca pasó.
Y me tomó tiempo darme cuenta de cuánto habían dejado estas personas en mi vida, hayan sido cosas buenas o malas, todas esas cosas que me llegaron a hacer sentir triste y hasta sentir que había grietas en mi corazón, me hizo aplicar algo que escuché una vez:
“… mediante las grietas que sentimos en nuestro corazón, entra luz.”
Y para mí esa luz la interpreté como el momento en el que me di cuenta que no, nunca cambiaría por nada aquellos momentos que viví, los golpes que recibí y las grietas que se formaron en mi corazón, porque gracias a ellas he podido enriquecer mi vida con cada recuerdo, mala jugada y hasta cada palabra que entro o no a mis oídos, me han ayudado a ser quien soy el día de hoy.
Ahora sé que el que no haya llegado a formalizar algo con ciertas personas no tiene que hacerme sentir mal, en cambio; me hace creer que hay cosas mejores aun por venir. Es más cuando una puerta se cierra, dos más se abren.
Solo me puedo arrepentir de una cosa, no haber recordado antes que no era mi culpa, que yo no tenía responsabilidad sobre lo que pasó o lo que no. No sería nuestro tiempo, tal vez cuando este pase, podrán pasar las cosas.
Y más bien hay que pensar más como ésta frase de mi película favorita:
“Amélie se niega a ponerse triste por un chico que se pasa la vida comiendo sopa de col con esa tonta gorra.”
Hay que apreciar los recuerdos, pero aun más, saber vivir con los recuerdos sin encapricharnos con algo que ya pasó. Es más fácil decirlo que hacerlo pero la práctica hace al maestro.
Vivamos nuestras vidas, somos los escritores y estoy segura que cada quien puede darle un toque mágico a sus guiones, aprovechar sus escenas y dirigir ésta vida que va a generar una majestuosa película, de la cual cada uno es protagonista.
Y… ¡Corte!