Cuando hablamos del holocausto y las muertes de aquellos fatídicos años tendemos a recordar a Hitler o las horrendas imágenes que hemos visto en la televisión, fotografías o recreadas por algunos cineastas, sin embargo es muy poco conocida la historia de Ilse koch, la sádica mujer que disfrutaba cortando pedazos de piel humana y hasta llegar a realizar lámparas con este material.
Fue esposa de Karl Koch un comandante del campo de concentración de Buchenwald desde 1937 hasta 1941 y Majdanek desde 1941 hasta 1943.
Esta mujer llego en un principio al ser secretaria de este partido que gobernó Alemania, su matrimonio antes mencionado fue arreglado de antemano, práctica común durante el régimen de Hitler para conservar la “pureza” de la sangre Aria.
Se le conoce muy especialmente porque cuando su esposo fue ascendido a dirigir el campo de concentración de Buchenwald de los más conocidos del régimen ella libero todos los sádicos impulsos que la habitaban.
Al estar tan cerca del campo y al ser esposa del encargado tenía un acceso ilimitado a donde los prisioneros estaban asignados, Cuentan que cuando sentí en la “necesidad” de torturar bajaba asía estos prisioneros, los hacia desnudar y cuando Ilse veía si alguno de estos tenían algún particular tatuaje que le gustaba mandaba a que lo mataran para cortar exactamente el trozo de piel que tenía el mencionado tatuaje.
Con estas partes humanas podría pintar, dibujar y hasta tejer, era su malvada obsesión, pero consumó esta diabólica actividad llegando al límite de hacer grandes lámparas con piel humana, además de coleccionar órganos en frascos de cristal.
Sus prácticas llegaron a su fin el mismo 1945 en el que Alemania fue derrotada por los aliados, huyo durante dos años hasta que fue capturada y juzgada por sus crímenes y aunque fue liberada después no pudo disfrutar de la libertad ya que la condenaron a cadena perpetua.
Algunos años después de aquello escribió una carta a su hijo donde no se arrepentía de nada de lo que había hecho, su vida llego a su fin cuando se suicidó en su encierro.
Sus últimas palabras fueron:
No hay otra salida para mí, la muerte es la única liberación.