La dictadura social

Orgullo y prejuicio, aparte de ser mi libro favorito de todos los tiempos, es una obra de arte en la que se muestran los estragos causados por tener una actitud orgullosa y prejuiciosa ante la vida. Hace poco ví la película, la cual es buena también, y me llamó la atención una parte en específico; un personaje “salva” a su amigo de lo que considera será una vida mísera e insufrible por el simple hecho de querer casarse con una muchachita de bajo estatus social.

Esa acción, aunque aparentemente era por un buen fín, se describe como: PREJUICIO. Todos hemos prejuiciado a alguien más de una vez, me incluyo, y lo que me llama la atención es saber por qué lo hacemos si sabemos que está mal. Reflexionando un poco llegué a la conclusión que hoy quiero compartirles:

En el proceso de construcción de nuestra realidad, vivimos en una sociedad gris y homogénea en la que sólo caminamos en una misma dirección dentro de nuestra zona de confort, y en lugar de derribar las fronteras y obstáculos que se nos van presentando en el camino para poder continuar con la expansión de nuestro mundo, nos dedicamos a construir sótanos y túneles subterráneos en los cuales sofocamos nuestras oportunidades de cambio y de prosperidad  a través de los prejuicios.

Los prejuicios son ese monstruo multifacético que representa el miedo a lo diferente. Conforme ha ido evolucionando la historia, se han ido formando estereotipos, que son las jaulas de la sociedad en las cuales se crean etiquetas con características específicas sobre un “tipo” de persona. Estos estereotipos hacen que con el simple hecho de ver a alguien lo cataloguemos como algo. La persona deja de ser persona para convertirse en alguno de los productos del catálogo de estereotipos, y se priva del derecho de demostrar quién es y lo que vale, todo por una conducta vana y superficial que ha sido inculcada en nosotros como sociedad.

Son estas etiquetas las que conllevan a la falta de identidad de las personas; No somos nuestros abuelos o nuestros padres, tampoco lo que hayan hecho. No somos un apellido, ni la ropa que traemos puesta, ni somos lo que dicta la moda…

Cada ser humano es igual, y valemos por lo que somos y por lo que hacemos como individuos, NO por lo que dicta la sociedad que es lo correcto, o en su defecto, lo que no lo es.

Y ESE es el problema en sí: vivimos en una dictadura totalitaria en la que somos tanto el dictador como el pueblo, y en donde las reglas que nos rigen son estereotipos infundamentados en los que se preestableció alguna vez lo que aparentemente es correcto y lo que no, quitándole el lugar y el poder a la gente de salir del territorio y expresar sus diferencias.

Le hemos dado tanto poder a lo que dicta la sociedad que hemos perdido la noción de lo que verdaderamente importa: nuestra esencia. Dentro de la dictadura social, en la cual hemos sido obligados a portar un uniforme que se adecue a dichas reglas, existen los insurgentes; aquellos que se atrevieron a quitarse el uniforme y portar sus verdaderos colores. Éstas personas son las que son objeto de crítica y prejuicio, y por la misma conducta superficial son catalogados como algo malo por el simple hecho de ser DIFERENTES. Lo que la gente no sabe es que los insurgentes son más valiosos que el resto del pueblo, por tener la valentía y la capacidad de permanecer fieles a quienes son a pesar de la crítica. Y lo que la gente tampoco sabe, o sí sabe pero de manera inconsciente, es que prejuiciando y criticando sólo demuestra lo celosa que está por no tener el valor para también romper con sus propios uniformes.

La gente superficial es la que menor autoestima tiene.

¿Por qué es que tendemos a criticar a las personas entonces?

Porque son diferentes, y las diferencias nos hacen mucho ruido, pues rompen con nuestra zona de confort en la cual los patrones de conducta están ya establecidos.

Debemos de trabajar el coraje y la valentía de ser fieles a quienes somos, rompiendo con esas etiquetas que sólo nos enjaulan y nos privan de nuestra identidad, no sólo porque esa es la única manera en la que podemos destacar, también porque siendo nosotros mismos y sintiéndonos orgullosos de ello, independientemente de si la sociedad nos clasifique como algo bueno o malo, dejamos de construir sótanos y contribuimos a derribar las fronteras que nos bloquean de la verdadera prosperidad.

Además, no debemos de permitir que la opinión de los demás, llámese la sociedad, influya en quienes somos o en lo que hacemos, porque debemos recordar SIEMPRE que TODOS somos iguales, por lo tanto no somos NADIE para criticar a los demás. Prejuiciar es un acto de cobardía del cual todos hemos sido partícipes, y que es el producto de la superficialidad que es inculcada cada día más en nuestras vidas, pero debemos recordar que la imagen se va a desvanecer con el tiempo irremediablemente, pero el corazón siempre va a permanecer intacto.

La vida es cuestión de perspectiva.

Esto dicta la rata el día de hoy:

La diversidad es lo que nos enriquece como personas y los estereotipos y etiquetas, fundamentos del prejuicio, son las barreras que impone la dictadura de la sociedad para impedir el cambio. Atrévete a unirte a la fila de insurgentes, verás como prosperaras más que estando con la materia gris que no lo hace.

 Date y dale la oportunidad a los demás de entrar en tu vida, independientemente de lo que a primera vista aparenten, deja de ser superficial y aprende a ver más alla. Recuerda que “Lo esencial es invisible a los ojos”. Cada persona esconde mil y un maravillas, y a veces en quien menos lo esperas es en quien más descubres.

 kalot prejudice

Cambio y fuera.

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